sábado, 26 de febrero de 2011

CAPÍTULO TRECE.

Las piernas corren por sí solas. Avanzan por toda la casa, saltando sillas y mesitas pequeñas. Evitando cualquier tipo de obstáculo. Sólo quiere huir de él, de sus golpes.
Le suda la frente, le tiemblan las piernas, los brazos y el labio inferior, que amenaza con llorar.
Sus movimientos son frenéticos. Quiere encontrar la salida para marchar, para escapar de las manos de él, de sus palizas. Pero cuando llega a la puerta principal, no se abre. Coge el pomo con fuerza y lo hace girar, pero no cede. Lo estira con furia, con irritación, con temor y con desesperación.
Cuando cree que lo está consiguiendo, Luís la alcanza cogiéndole por los hombros y la tira al suelo violentamente, pegándole una patada en las costillas.
Adara se dobla en dos emitiendo un chillido mezclado con sollozos desgarradores. Le pide compasión, le grita que se detenga, que no vaya a más, pero Luís coge un cuchillo de punta lo necesariamente alargada y punzante como para acabar con su vida en menos de dos segundos.
Él se pone delante de ella, y Adara se protege el estómago con los brazos, aunque sabe con total claridad que no servirá de nada.
Entonces él se lanza encima y se lo clava.
 
Adara salta de la cama, empapada en sudor, chillando.
Al levantarse de golpe, nota el dolor de los huesos inmediatamente. Frunce el ceño, inclinándose suavemente.
Se lleva las manos a la cabeza, echándose el pelo hacia atrás. Y, sin poder evitarlo, se pone a llorar. Le da la impresión de que todos sus sueños acaban de la misma manera. Su padre siempre está encima de ella y acaba con su vida.
Han pasado dos semanas y cada vez se siente más asustada. Las palizas, golpes y palabras degradantes de su padre no han cesado, y, por un instante, cree haber perdido la cabeza.
De repente escucha el sonido de zancadas que suben velozmente la escalera. Lucas ha oido los gritos de su hermana y sube corriendo a su habitación.
Al entrar, la encuentra sentada en la cama, sudando y a punto de romper a llorar. Se acerca, atacado por la preocupación, y se sienta a su lado. Le acaricia las mejillas, echándole el pelo hacia atrás, mientras ella intenta calmarse.

-¿Estás bien?- Pregunta él con un hilo de voz apenas audible.
-Sí.- La respuesta de Adara es seca y cortante, y se aparta lo más rápido que puede del contacto de su hermano.- No hace falta que vengas cada vez que tengo una pesadilla.
-Bueno, sólo me preocupo por tí.
-¡Ese es el problema, que no te preocupas por mí!- Adara le mira a los ojos enfurecida- Y además, sé cuidarme sola.
¿Cómo que no me preocupo por tí? Sabes que no es cierto. Eres lo que más me importa.- El tono de Lucas es dulce, y aunque le han dolido las palabras de su hermana, intenta ponerse en su lugar y entenderla.
-No. Tú sólo intentas ocupar el lugar de mamá, como si estuvieras obligado. ¡Pero no puedes ser como ella! Y me las sé arreglar sola, como he hecho hasta ahora. No necesito que nadie finja que me quiere, como haces tú. Porque tú sólo te preocupas por tí y por la estúpida de tu novia.- Adara agacha la cabeza, conteniendo la rabia. Sabe que tal vez se ha pasado, que tal vez no lo debería de haber dicho, o almenos, no de esa manera, pero está cansada de que la gente sienta lástima por ella.

Lucas se levanta y empieza a dar vueltas por la habitación, nervioso.

-Vale, así que eso es lo que te pasa, que estás celosa, ¿no?
-¿Celosa, yo? ¿De Paola? Sí, claro.-Adara resopla, frunciendo el ceño- Estás loco.
-Celosa, enfadada, molesta... yo qué sé. Pero te jode que esté con ella.
-Pues claro que me jode.-Adara se levanta, intentando ponerse a la misma altura que él, aunque no lo consigue. Sigue mirándole directamente a los ojos.- ¿Sabes por qué? Porque no pensé que fueras tan idiota. Te ha engañado, y tú enseguida has caído en su trampa. Se acercó a mí para conocerte, para ligar contigo. Después se olvidó de mí, de su supuesta amiga del alma. Y luego te dejará a tí- Añade ella, señalándole con el dedo.- Te dejará por otro, ¿Sabes? Lo ha hecho otras veces, tú tan sólo eres uno más. Y no quiero que te haga daño.
-¿Quién te ha contado esa historia? -Lucas cierra los ojos, negando con la cabeza.- Bueno, me da igual. No me interesa ni quién te lo ha contado ni por qué. Y a tí también debería darte igual, porque yo ahora soy feliz como hacía mucho que no lo era, y todo gracias a Paola.- Lucas hace una pausa para tomar aire- Y eso debería importarte. Soy feliz, estoy bien. Y si después nos hacemos daño, pues no sé, problema mío. -Lucas se gira, en busca de la salida, y se aleja de ella dedicándole unas últimas palabras.- Y si no hicieras caso a los rumores, te darías cuenta de que ella está destrozada. Le duele que no le dejes estar a tu lado, ayudarte. Porque te quiere, y mucho, además.

Adara se acerca sigilosamente hacia Lucas, y le coge del brazo. Él se gira y mira sus ojos. Unos ojos frágiles y apagados, que anteriormente tuvieron el brillo y la vida de una adolescente risueña y atrevida.

-¿Enserio eres feliz?- Adara, al ver que su hermano asiente, no puede evitar sonreír, y lo abraza, como hacía tiempo que no lo abrazaba. En un instante se ve envuelta en un abrazo de esos que hacen que te sientas segura, protegida y querida.
-¿Eso significa que ya me has perdonado?- Lucas le habla al oído cariñosamente.
-Eso significa que ya no estoy tan enfadada contigo.
-Bueno, siento estropear este momento- Lucas se aparta de su hermana- pero tengo que arreglarme. Si no, voy a llegar tarde.
 
 
 
 
Te espero en 10 minutos en el parque de enfrente de mi casa. Te quiero.
El mensaje va acompañado por una carita sonriente al final, y Paola no puede evitar también una sonrisa.
Que dulce es- Piensa.
Deja el móvil sobre la mesa y se apresura hacia el cuarto de baño, contando el tiempo que tardará en llegar con la moto hasta el parque. Sólo le quedan cuatro minutos para arreglarse, pero, a pesar de eso, le encanta que Lucas la sorprenda con citas inesperadas como esta.
Apenas le da tiempo a pintarse un poco los ojos, peinarse, recogerse el pelo con una diadema, ponerse las converse All Star y salir corriendo de casa.
Sube a la moto, se pone el casco. Mete las llaves y arranca, acelerando.
Son las diez de la mañana de un sábado, así que apenas hay tráfico, y en un instante llega al lugar de la cita. Se quita el casco y se agacha para poner el candado.
En ese mismo instante, alguien le coloca las manos delante de los ojos con suavidad, impidiéndole ver. Ella enseguida reconoce el tacto, el olor, y sonríe. Toca las manos de él con las suyas, acariciándolas.

-¿Mario? Será mejor que te vayas antes de que te vea mi novio, he quedado aquí con él.- Paola sonríe divertida, mordiéndose el labio inferior.
-Ja, ja- Lucas ríe sarcásticamente mientras le aparta las manos de los ojos y la gira para mirarla.- Ya me estás explicando ahora mismo quién es ese tal Mario.

Paola se ríe y se pone de puntillas para darle un suave beso.
Caminan por el parque cogidos de la mano. Hace un día precioso. El sonido del cantar de los pájaros retumba por todos y cada uno de los rincones del parque. Las flores inundan con sus dulces aromas el perfecto viento. Perfecto porqué no es tan fuerte como para despeinarlos y ser molesto, pero tambien para no notar el sol directamente sobre su piel. Todo esta tarde es perfecto o, talvez, lo único perfecto que hay es el amor que ellos dos sienten y que transforma todo en algo hermoso y agradable.
Los finos rayos del sol tiñen las mejillas de Paola, que enrojecen mostrando felicidad.
Tan sólo se oyen sus respiraciones acompasadas. Tan similares que parecen una sola. No se escucha nada más que eso, y ella decide romper el silencio.

-Mario no es nadie. Que yo recuerde, no conozco a ningún Mario.

Lucas sonríe mirándola, dispuesto a contestar, pero ella es más rápida:

-Pero quiero saber quién era esa rubia.
-¿Qué rubia?- Lucas se sorprende, no se imaginaba una pregunta así. Ni siquiera recuerda haber estado con ninguna chica que no fuese Paola.
-¿Recuerdas que me llamaste aquella noche, cuando estabas en el Veinticinco? Pues fui, y te vi con una chica rubia.
-¿Al final viniste? ¡No te vi! -Lucas frunce el ceño, desviando el tema de aquella chica. Apenas se acuerda de ella.
-¡Contesta!-Paola le empuja con delicadeza, dejando entrever media sonrisa.
-Ni siquiera la recordaba, no sé ni cómo se llama.-Lucas sacude la cabeza, sonriendo también, y prosigue- Mis amigos me habían molestado mucho diciéndome que estaba enamorado de tí, y me retaron.
-¿Te retaron? -Ella intenta imitar el tono de su voz, mostrando burla.
-Sí, eso hicieron. Me dijeron que demostrara que tú no me gustabas besando a otra chica. Ella estaba muy borracha, y estuvimos un rato juntos hasta que se lanzó encima de mí. Al poco tiempo me fui de allí, y no la he vuelto a ver.

Paola se separa un poco de él, mirándole a los ojos y soltándole la mano.

-¿Y por qué tenías que demostrar que yo no te gusto?
-¿Cómo querías que reconociera delante de todos mis amigos que estaba colado por la chica a la que me pasé llamando toda la noche y que había sido capaz de darme plantón?
-¡Pero yo no te di plantón, y Danel lo sabe!
-¿Cómo que Danel lo sabe?
-Claro que lo sabe.- Paola sonríe al ver la cara de Lucas, y añade riendo- Hablaba conmigo como si fuesemos amigos, creo que no recuerda la paliza que le di, y tampoco lo mucho que le odio.
-¡Este tío es imbécil!

Paola empieza a reírse de nuevo y coge la mano de Lucas, apretándola con cariño.
Pero ella se vuelve a parar, y lo mira con un brillo especial en los ojos.

-Prométeme una cosa.
-Claro. Cualquier cosa.
-Nada de rubias.

Lucas sonríe y levanta la mano libre para estrecharla con la de ella.

-Prometido. Nada de rubias.
 
 
 
 
Desde su habitación, Adara ha escuchado como su hermano se despedía de ella y le decía que se quedaba sola en casa.
Suspira aliviada. No tiene ganas de soportar otra de las borracheras de su padre. Todavía le duelen los cardenales que le provocó su última paliza.
Adara se tumba en la cama y se abraza a un cojín. El silencio de la casa vacía le viene bien, necesita pensar.
Desde que Míriam se fue, la casa siempre está en silencio y más vacía que nunca, exceptuando los momentos en los que Luís grita, insulta y golpea a su hija.
Adara coge el reproductor mp3 de su mesita de noche y elige una canción al azar. La música rápidamente invade todos sus pensamientos.

<<Y es que ese corazón se pierde. Y es que ese corazón se apaga. Y es que ese corazón se ha herido, está perdido, porque nadie lo ha querido. Y te quiere más que a nada e imagina que lo sabes.>>

Adara, con los ojos cerrados escucha atentamente cada palabra. Una lágrima escapa y corre por sus mejillas.
De un tiempo a esta parte es como si todas las canciones hablaran de ella.
Piensa en su madre. Lleva meses pensando en ella. Exactamente, desde que se fue. La necesita más que nunca y ella no está.
Todas las noches busca su abrazo en la oscuridad de su habitación. Espera encontrarla bajo las sábanas de su cama, como cuando era pequeña y tenía una pesadilla. Entonces la abrazaba con fuerza, como si se la fueran a arrebatar, y todos sus miedos desaparecían.
Ahora, cuando lo intenta, tan sólo abraza aire.
De repente, el ligero sonido de la puerta principal hace que salga de sus pensamientos.
Escucha atenta, tapándose la boca con las manos. Deja de respirar para poder oír quién ha entrado en su casa.
Todo su cuerpo, sin que ella se de cuenta, empieza a temblar bajo las sábanas y se siente aturdida. La simple idea de saber que Luís acaba de llegar de cualquier bar la atemoriza, y cierra los ojos.
Todos los sonidos se le vuelven más claros, y es capaz de escucharlo todo. El tintineo de las llaves. La puerta que se cierra. Las zancadas de alguien que sube las escaleras y se dirige al piso superior, donde se encuentra ella, más débil y frágil que nunca.
Los peores temores llegan cuando se da cuenta de que Luís está abriendo su puerta. Con delicadeza y, sobretodo, con sumo silencio, esconde la cabeza debajo de la almohada, cubriendose con las sábanas.
Pero le sorprende que los pasos de Luís sean tan suaves y delicados. Su aroma también ha cambiado, ya no huele a alcohol puro o a suciedad. Ahora le envuelve un perfume dulce y agradable. El olor de la vainilla hace que Adara se incline ligeramente, mirando a aquella persona de manera atónita que sujeta una foto entre las manos.
Sabe perfectamente qué foto es. En ella, Adara, con apenas seis años, abraza a Lucas enmedio de la playa. Él está embadurnado de arena y ella sonríe al verlo.
En ese instante, la mujer se gira y observa la mirada de aquella chica joven.
No sabe qué decir. Cree que cualquier palabra podría estropear aquel precioso momento. Siente que si pestañeara ella desaparecería, y mantiene los ojos bien abiertos.
Ambas se miran, sin saber muy bien qué decir, y Adara decide romper el silencio pronunciando las palabras torpemente.

-¿Mamá?

viernes, 18 de febrero de 2011

CAPÍTULO DOCE.

-Muchísimas gracias, chicas.- Adara aparca su moto en el sitio de siempre. Se baja y se acerca a ellas.- Me lo he pasado muy bien.
-¡Y nos da las gracias!- Grita Rebeca, riéndose.- No tienes por qué darlas.

Adara sonríe y camina hacia la puerta de su casa.
Tras subir el primer peldaño, se gira y alza la mano, despidiéndose de las cuatro.

-¡Adiós, Ady! - Chillan al unísono.

Han estado toda la tarde juntas, sin parar de hablar. Sobre todo, de Paola. La han criticado incluso demasiado. Adara siente que la odia cada vez más. Sus pensamientos y las palabras de Stella le ayudan a afirmar que Paola es la mala del cuento, la chica cruel e insensible.
Y lo más sorprendente de todo es que a Adara ya no le molesta que le llamen Ady. Le da lo mismo, siente que en ellas puede apoyarse, que lo malo ya ha pasado. Que ahora vienen épocas mejores. Paola no le volverá a hacer más daño.
Mete la llave en la cerradura y la gira, abriendo la puerta.
Entra inspirando el dulce aroma que desprende la casa. El perfume de rosas, su favorito.
Al final del pasillo ve la familiar silueta de Emilia.
Deja la mochila en la entrada, a un lado, y camina sonriendo hacia ella.

-¡Hola, Emilia!
-Hola, cariño.- Emilia muestra una sonrisa que refleja tristeza. Una sonrisa cargada de amargura.
-¿Todo bien?
-Adara, ven. -Ella la coge de la mano con cariño, con suavidad. La conduce hasta el sofá y la invita a sentarse. Adara se encuentra cada vez más tensa.
-¿Qué es lo que pasa, Emilia?
-Verás. Han despedido a tu padre.
-¿Qué?- Adara empieza a temblar, incrédula. Sacude la cabeza con brusquedad.
-Hace semanas que no se presenta en el trabajo.- Emilia busca sus ojos, y con un poco de complejidad los encuentra, iluminados por el dolor.- Cariño, escúchame. Tu padre necesita apoyo, últimamente no está muy bien.
-Dilo claramente, Emilia. ¡Es un alcohólico! -Ella se levanta, nerviosa. No quiere seguir escuchando lo que ya sabe de sobra.
-¿Te lo ha dicho Lucas?

Adara la mira instintivamente, abriendo la boca y entornando los ojos.

-¿Lucas lo sabía?- Observa como Emilia agacha la cabeza, sin saber qué decir, y al ver que no dice nada prosigue.- ¡Lucas lo sabía, y tú también! ¿Sabes? ¡Yo lo descubrí por casualidad, porque estaba llorando preguntando por mi madre!
-Oh, Dios mío.
-Y estaba...violento.
-¿Te ha tocado?- Emilia se abalanza sobre ella, claramente preocupada, acariciándole los hombros.
-No.- Miente ella, no quiere asustarla más y decide no contar nada.
-Virgen Santa. Lo siento cariño, hay algo más que debo decirte.
-¿Qué sucede?
-Tu padre no puede pagarme. Me ha despedido hoy.

Adara abraza a Emilia como por instinto. La aprieta fuerte contra ella. No quiere perderla a ella también. Emilia trabaja en su casa prácticamete desde que Adara tiene memoria. La cuidaba a ella y a su hermano cuando sus padres iban al cine, al teatro, a cenar, y todas esas cosas que antes ellos hacían muy a menudo. Le ayudaba con los deberes. Hacía el mejor chocolate del mundo. Adara recuerda cuando al beberlo se le manchaba toda la boca y Emilia reía y entonces ella también lo hacía. No era la misma relación que tenía con su madre, no había ese amor natural ni esa necesidad de tenerla cerca. Pero Emilia era más joven que su madre, y para ella era como una amiga, una hermana mayor para ella. Nota como le devuelve el abrazo.

-No quiero que te vayas.-Dice Adara sorbiendo por la nariz y evitando un sollozo.-No quiero que me dejes como ha hecho mamá.
-Lo sé cariño. Yo tampoco quiero irme. Pero tengo que hacerlo. Necesito trabajar para vivir.
-Ya...-Dice Adara secamente, y todavía abrazada a Emilia, repite las mismas palabras de antes.-Pero yo no quiero que te vayas.

Emilia se separa de ella y cogiéndole de la mano busca sus ojos, mirándolos fijamente.

-Te prometo que yo no te voy a dejar. Voy a venir siempre que pueda a verte. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea. Quedaremos para tomar un café si te apetece.

Las dos pasan el resto de la tarde sentadas en el sofá. Recordando viejos tiempo mientras ven fotos. Riendo y llorando. Hablando de todo un poco.
 
 
 
 
 
Paola está tumbada en la cama dibujando en su blog. Dibuja a Lucas, como muchas otras veces, pero de forma distinta. Esta vez ella está junto a él, y los dibujos ya no son en blanco y negro, dibujados con carboncillo, sino llenos de color, colores que irradian alegria, que le hacen sonreir. Y recuerda todo lo que ha pasado esa tarde.
Después de aquel beso que le cogió por sorpresa en el coche, que hizo que ella dejara de respirar, que todo le diera vueltas, que sintiera que flotaba en una nuve, después de aquel llegaron más besos en el coche al llegar a casa, antes de despedirse. Paola le dió las llaves de la moto a Lucas para que fuera a por ella y se la llevara a casa, ya que se la había dejado en la puerta del instituto. Le había esperado en la puerta hasta que él había regresado.

-Ei, pensé que estarias estudiando o algo así.-Dijo Lucas al bajar de la moto, con una gran sonrisa
-Si claro. ¿Y dejarte con mi moto?. Es algo muy preciado para mí. Quería asegurarme de que me la devolvias de una pieza.
-Ya, eso será.-Lucas se acercó a ella, le cogió la mano, haciendo que la palma queda abierta hacia arriba y le devolvió las llaves.-Aqui tiene las llaves de su preciado vehiculo, señora.
-Pues claro que es eso. Y me alegro de que esté entera, o lo habrías pagado muy caro.-Paola había enrojecido, no acostumbrada todavia a su cálido roce.

Entoces Lucas se acercó más a ella. Sus rostros practicamente se tocaban, uno enfrente del otro. Y él le volvió a besar. Un beso lento, dulce y cálido, que de nuevo hizo que a Paola le temblaran las piernas. Al separase Lucas sonrió se dió la vuelta y anduvo hasta el coche. Antes de entrar se giró.

-Te llamo esta noche.

Paola se quedó ahí plantada con cara de tonta, viendo como se alejaba el seat rojo.
El estridente sonido de su movil hace que vuelva a la realidad. Sonrie al ver el nombre de Lucas en la pantalla. Y le faltans segundos para contestar.

-¿Si?
-Hola preciosa.-La voz cálida y sensual de él llega desde el otro lado del la línea telefonica.
-Hola.-Paola enrojece en la semioscuridad de su habitación, y se siente de nuevo como una estupida.
-¿Qué tal está mi novia?¿Mejor? ¿Ya se te ha pasado el susto de esta tarde?.
-Sí. Estoy mucho mejor.
-Eso me alegra muchísimo.- Lucas alza la voz por encima del escándalo que le rodea, y Paola lo nota.
-¿Dónde estás, que se oye todo ese jaleo?
-¡Estoy en casa de Danel, viendo un partido de fútbol! Y mis amigos gritan demasiado.- Por el fondo se escucha un <Paola, ¿Eh?> teñido por las risas de sus amigos.

Y mientras siguen hablando, durante largas horas, Paola ya no tiene más dudas, y tiene ganas de gritar de alegría cuando lo piensa -¡Estoy saliendo con Lucas!.
 
 
 
 
Adara sigue tumbada en el sofá, con la vista fija en la televisión. Ni siquiera sabe qué programa están retransmitiendo, pero no le preocupa.
Hace apenas una o dos horas que Emilia ha abandonado la casa, y siente que su olor ha desaparecido. Que su presencia se ha desvanecido casi por arte de magia. No se hace a la idea de que se haya ido. No quiere hacerse a la idea.
Siente que la echa muchísimo de menos, y le atormenta saber que posiblemente tardará en volver.
Quizá no vuelva nunca. La irá a visitar, pero no será lo mismo que verla todos los días. Quizá Adara no vuelva a recordar cómo olía el aroma con el que perfumaba la casa, el olor al que olía su ropa, el olor de la comida recién hecha al entrar después de un largo y agotador día en el instituto.
El sonido de la cerradura hace que Adara se levante, enjuagándose las lágrimas con la palma de la mano.
La silueta encorbada de su padre hace que Adara se estremezca y recuerde aquella noche. Desde entonces, Luís no la ha vuelto a tocar. Ni siquiera han vuelto a hablar. Por un momento mantiene la esperanza de que no se va a volver a repetir, se convence a sí misma de que fue cosa de una sola noche. Y, por un instante, nota como su cuerpo se empieza a calmar.
Sin parar de observarlo, se da cuenta de lo mucho que ha cambiado.
El antiguo Luís, siempre vestido con ese peculiar traje gris que realzaba su seria figura, lucía una melena bien peinada.
Apenas hablaba con él, pero cuando lo hacían era de forma agradable. Comentaban cosas sobre el instituto, sobre su trabajo o hablaban de libros. A ellos dos les encantaban los libros. Para ellos, cada libro era un mundo por descubrir.
El nuevo y reciente Luís iba mal vestido. La ropa sucia y arrugada se ceñía a la perfección a su cuerpo. La espalda, totalmente encorbada y los brazos caídos, sin vida. A duras penas conseguía dar un paso sin caerse.
Pero ese era el nuevo Luís. El nuevo y desagradable Luís. Su nuevo y desagradable padre, y había que hacerse a la idea.

-Hola, papá.- Adara sabe que su voz tiembla, e intenta calmarse aclarándose la garganta.
-Ey, ¿Qué pasa?- Luís tiene un habla difícil de entender. Apenas él se entiende a sí mismo. Dobla tanto las vocales como las consonantes, dándoles otra forma. Una forma ondulada apenas comprensible.
-Me ha dicho a Emilia que te han despedido, y que no puedes pagarle.
-¿Eso te ha dicho, la foca? No, no me han despedido. De echo, vengo de trabajar.
-¿Vienes de trabajar?- Adara se acerca a él, oliendo su repugnante edor, y se echa hacia atrás.- Hueles a alcohol. Hueles fatal, papá. Es imposible que vengas del trabajo. Y no vuelvas a llamar foca a Emilia.

Luís la mira directamente a los ojos, con un semblante frío.

-Foca, foca, foca. Esa tía es una foca y una amargada. Lo único que le hacía feliz era venir a esta casa a intentar meterse en mi cama. La he echado porque se lo merecía.
-¡Papá, cállate! ¡Emilia es mi segunda madre, no te permito que le llames cosas tan degradantes!

Luís se acerca a ella con una sonrisa deslumbrante y la agarra con fuerza de la nuca, apretándosela.
Adara inclina la cabeza hacia atrás, con la boca abierta. Empieza a sentir pánico al recordar la última agresión, y por nada del mundo quiere repetirla. Pero ya es demasiado tarde.

-¡Tú no eres nadie para permitirme algo! ¡En esta casa mando yo, joder! Esa foca te ha transformado a tí en otra amargada.- Luís le echa el aliento en la cara. Adara siente ganas de vomitar, pero las retiene. El alcohol nunca le ha molestado, pero el aroma de su aliento es intenso y seco.
-¡Papá, me haces daño! -Adara grita. Grita palabras, o más bien, palabras que poco a poco se transforman en sollozos. Sollozos que le presionan el alma y no le dejan respirar con tranquilidad.

Pero Luís no la oye. Está ensordecido, y sigue actuando sin saber muy bien por qué. No recuerda con total claridad qué es lo que le ha molestado tanto, pero solo quiere violencia. Quiere poder agarrar a alguien. Quiere destrozar otra vida, tal como ha sido destruida la suya. Quiere reprimir sus penas creando otras mucho más intensas y sensibles. Otras mucho más insufribles.
Y siente como un brazo se le levanta, y da de lleno en el pecho de una chica rubia. Una chica asustada, que no para de gritar con fuerza, de toser, de moverse de un lado para otro. Esa chica que tanto le recuerda a Míriam.
Pero él no deja que se vaya. La tiene agarrada bien fuerte por la nuca. No quiere soltarla. Decide seguir ahí, frente a ella, lanzándole esas miradas frías, insensibles. Esas miradas que queman tanto por dentro como por fuera.
Se coloca encima de ella, aplastándole el cuerpo con el suyo, mucho más pesado y ancho.
A la velocidad del viento empieza a darle con la palma de la mano en la cara. Una, dos, tres bofetadas. Llega a perder el número, no puede parar.
Ella llora, solloza, vuelve a toser de nuevo. Le suplica que pare, que no puede más, que le hace daño.
Luís siente que aún no ha llegado el fin. Siente que necesita más. Más. Más.
Le deja libre la nuca, y coloca las dos manos en su frágil y estrecho cuello. Un cuello delicado, fino y suave.
Apreta cada vez más las manos, enlazando sus propios dedos, presionándolo con mucha más fuerza. Cada vez más fuerte.
Y ella le sujeta las manos, clavándole las uñas. Pero él ni se inmuta. Sigue presionando, dejándola sin respiración.
Adara se siente cada vez más derrotada. Nota como sus pulmones dejan de recibir el oxígeno necesario como para seguir funcionando.
Y, por un fugaz instante, sabe que le ha llegado la hora. Sabe que ahí no hay escapatoria, no hay salida. No puede deshacerse de esa bestia que le aplasta el cuerpo, que intenta arrancarle el cuello.
Pero, sorprendentemente, observa como su cuello vuelve a su forma real. Mira a su padre liberando las manos, levantándose de encima de ella.
Adara se inclina rápidamente, inhalando todo el oxígeno que necesita. Tose exageradamente, con mucha brusquedad, y nota como su estómago de la un vuelco y le pide libertad. Su corazón palpita con mucha más fuerza que nunca. Le da la impresión de que en cualquier momento se le saldrá del pecho agredido.
Levanta la mirada y ve a su padre alejándose por la puerta principal. Sabe, con total seguridad, que se dirige hacia cualquier bar.
Pero eso ahora mismo no le preocupa. Lo único que desea es que su corazón se calme, que sus piernas y brazos dejen de temblar. Que, aún sabiendo que es algo imposible, su vida vuelva a ser la misma.

domingo, 13 de febrero de 2011

CAPÍTULO ONCE.

Lunes.
Un lunes de esos donde el sol brilla con mucha fuerza y te ciega si lo miras de frente. Un sol que hace el día un poco menos pesado, y lo tiñe con un toque de alegría, aunque la alegría de Adara haya desaparecido.
El fin de semana no se parecía en nada a lo que ella había imaginado. Y, por si fuera poco, las horas le han parecido días. Cada hora sentía que el dolor de la espalda se le hacía más intenso.
Aparca su Vespa en uno de los pequeños aparcamientos para motos que hay enfrente del instituto y se baja. Guarda el casco en el sillín, sacando la mochila y colgándosela del hombro izquierdo. Rápidamente siente el dolor causado por el peso de sus libros y se cuelga también la otra asa en el hombro derecho. Se agacha y, con alguna dificultad, coloca el candado.
Empieza a caminar despacio, sin prisa. La tristeza se refleja en sus ojos esmeralda. Y, sin ningún punto fijo, no se da cuenta de que está siendo observada por unos cuantos ojos llenos de maldad.
 
 
 
 
Stella se ríe al oír la anécdota de Rebeca. Se echa la oscura melena hacia atrás, con mucha delicadeza. Sentada sobre el banco del pasillo del instituto, se percata de que ella está entrando.

-¡Eh, chicas! Mirar, ahí viene.- Stella se ríe malevolamente, no demasiado alto, y se acerca más a sus dos amigas- ¿Lo tenéis todo claro?
-¡Clarísimo!- Asegura Julia.- ¡Buf, pero mirad que cara trae!
-Danel la ha dejado realmente jodida.
-No os preocupéis.- Las interrumpe Stella, dejando ver una dulce pero falsa sonrisa- Nosotras la ayudaremos.- Asegura ella, utilizando un tono demasiado irónico.
-¿Vosotras os habéis enterado de lo de su madre?- Rebeca se ríe, y las demás la imitan.
-Sí. Parece ser que se ha ido con otro.
-Esa familia está totalmente descontrolada.

Daniela se acerca a ellas corriendo, con una sonrisa grabada en la cara.

-Eh, ¿De qué habláis?
-De las Tarta de fresa.
-¡Buah! ¿Y os habéis enterado de lo último? -Daniela mira a sus amigas con picardía, y al ver que todas niegan con la cabeza, prosigue-¡Lucas está coladito por Paola!
-¿Qué dices?- Julia pone los ojos en blanco, resoplando- ¡No inventes!
-Te lo digo de verdad, Julia. Bruno me lo ha contado.- Daniela se acerca a Julia, dándole unas palmaditas en la espalda cariñosamente- Parece que la Tarta de fresa te está quitando el príncipe azul.

Julia se ríe con seguridad.

-¡Ja! Eso ni en sueños. Nadie me quita lo que es mío y menos alguien como esa.
-¡Tranquilas, no discutáis! -Stella habla con convicción, y todas se giran para escucharla- Nosotras nos encargaremos de hundirlas, y de dejarlas por los suelos. Las Tarta de fresa nunca volverán a ser más que nosotras.

Las cuatro sonríen y, tras oír el estridente sonido del timbre que las reclama, entran a clase.
 
 
Ya ha empezado la clase. El profesor de historia ya está hablando sobre la revolución rusa de 1917, prosigue con el mismo relato con el que acabó la clase anterior. Pero, como siempre, nadie le presta atención.
Pasados casi diez minutos desde el comenzamiento de la clase alguien toca a la puerta y entra apresuradamente.
Es Paola.

-Señorita, ¿como es que llega tan tarde?
-Disculpe profesor, me he quedado dormida.
-Que no vuelva a pasar. A la próxima no entra.

Paola se dirige a su mesa de siempre, pero cuando llega y deja sus cosas encima de la mesa, Adara las lanza con brusquedad y las deja caer, dirigiéndole una mirada llena de odio y rencor, como diciendo "ni ensueños te sientas a mi lado".
Paola, con la cabeza agachada al entender el mensaje, se dirige al final de la clase buscando una mesa libre. La única que ve es la mesa de Lidia, la pobre chica llena de granos, aparato y gafas de culo de vaso a la que todo el mundo margina.

-¿Habeis visto eso?- Pregunta Daniela a sus amigas desde la otra esquina de la clase, donde se sientan siempre.
-Parece que las Tarta de fresa ya no son tan amiguitas.
 
 
 
Final de las tres primeras horas. El recreo. El ansiado momento de los alumnos. Un descanso entre tanto libros, libretas y lápices.
Stella, Rebeca, Julia y Daniela, después de fumar sus cigarros a hurtadillas en el baño, salen al patio y buscan a alguien con la mirada.
Sentada en las gradas está Paola, que todavía no ha conseguido librarse de la pesada de Lidia. Y en un banco, sola, escuchando un poco de música se encuentra Adara. Se acercan al banco, aproximándose a la chica de pelo rubio.

-¡Hola!-Saluda Stella enérgicamente y con una falsa sonrisa dibujada en la cara.
-¿Qué queréis?-Adara se quita los auriculares y pulsa el botón de stop.
-Nada. Solo queríamos ver que tal estás. Nos da mucha pena lo que te está pasando. Y encima Paola, que mala amiga ¿No?. Cuando más la necesitas es cuando se dedica a pasar de tí. Si es que yo ya me lo olía.
-Es verdad, lo único que quería era acercarse a Lucas.-Añade Julia.

Adara, totalmente incómoda al verse rodeada por miradas que la observan, sacude la cabeza levantándose del banco.

-Dejadme en paz. Vosotras no sabéis nada.

La relación que Adara tenía con ese grupo no era muy buena. Recuerda que cuando Paola y ella eran inseparables, siempre las esquivaban.
Esas cuatro chicas tenían una fama de crueles sin sentimientos, y solo pretendían llegar a lo más alto. Ser las más importantes. Las populares, papel que, por aquel entonces, ocupaba Adara.
Ella se aleja, colocándose de nuevo los auriculares, y, aunque no puede escuchar con total claridad los sonidos que la rodean, nota unas pisadas que se acercan a ella y el contacto de un brazo en el hombro.

-Ady, ¿Puedo llamarte Ady, verdad?- Stella le sujeta el brazo con suavidad y con un toque de amabilidad.
-Claro que no, no puedes.
-Tienes un nombre bonito.
-¿Me dejas en paz?
-Escúchame un momento, solo te pido uno.

Adara resopla, cruzándose de brazos. No quiere escucharla, pero le otorga un segundo para finalizar la conversación.

-Antes has dicho que nosotras no sabíamos nada.
-Cierto. No tenéis ni idea.
-Adara, ahí te equivocas.- Stella se acerca más a ella, mostrándole un semblante preocupado.- Perdóname por no haberte contado nada antes, me siento realmente mal.
-¿De qué hablas?- Adara frunce el ceño. No entiende nada.
-Hablo de ella.- Stella señala a la chica morena de las gradas con el dedo, y vuelve a mirar a Adara.- Esa mosquita muerta nunca fue lo que parecía.
-¿Qué dices? ¡Basta! No nos hablamos, pero es mi amiga.
-¿Estás segura? ¿Y por qué a nosotras no nos decía lo mismo?
Adara cierra la boca, mirándola con incredulidad. No sabe de qué habla, se siente desorientada.
-Cariño, tú y yo nunca nos hemos llevado demasiado bien, y, si te soy sincera, aún no entiendo por qué...
-Porque tú no me caes bien, y siempre has hecho todo lo posible por hundirme.
-Tienes razón, y por eso quiero contártelo todo de una vez por todas. Siento que te debo una. Y siento que mereces saberlo todo. Con todo lo que estás pasando, es hora de que alguien te cuente la verdad.
-Sí, lo hemos pensado y creemos que esta pelea inútil de niñas pequeñas es patética.- Julia sonríe tiernamente, dejando ver sus blancos y perfectos dientes.

Stella mira a Adara directamente a los ojos, transmitiéndole simpatía.

-¿Prefieres que nos sentemos?
-No, habla ya.- Adara está inquieta, no sabe si creérselo o no.
-Está bien.- Stella se aclara la garganta y prosigue.- Nunca le has caído bien a Paola.
-¿Qué estás diciendo?
-Es verdad. Adara.- Stella busca sus ojos.- Es cierto. Solo quería acercarse a Lucas. Él era una apuesta, y ella aceptó. Siempre ha estado de nuestro lado.
-¿Y por qué me contáis todo esto ahora?
-¡Porque te vemos mal! Y, aunque no lo parezca, nos duele ver a alguien así por culpa nuestra.
-Un día a la semana venía a la casa de alguna de nosotras para contarnos qué había pasado. Y, suponemos que todo lo que te está pasando le ha servido de escusa para deshacerse de tí.- Daniela niega con la cabeza, mostrando desprecio.

Adara no puede creérselo, sacude la cabeza y cierra los ojos. Respira con gran esfuerzo, no asimila las palabras.

-¿Y por qué no está con vosotras? ¿Por qué está sentada con Lidia?

Stella se apresura a contestar de manera improvisada:

-Ahora le está haciendo lo mismo a ella. Por si no lo sabías, el primo de Lidia está buenísimo.
-¡Esto es imposible! -Adara empieza a sollozar en silencio, destruida.
-Lo sentimos, de verdad.

Adara las mira con desconcierto, y se coloca de nuevo los auriculares, alejándose de ahí.
Ellas la observan sonriendo. Observan como se lleva las manos a la cabeza. Observan como, velozmente, se coloca la mano en la boca.
Julia actúa casi por instinto. Tira la mochila en el suelo y corre hacia ella, gritando su nombre.
Lejos, pero no demasiado, las tres chicas ríen y desaparecen, perdiéndose en el gran patio.
Julia la abraza, rodeándole la nuca con el brazo, y acelera el paso en dirección hacia los arbustos que hay a pocos pasos.
Empuja a Adara y esta se arrodilla, sujetándose el pelo.
Julia cierra los ojos y se gira. No quiere verla vomitando. Se saca un pañuelo del bolsillo y se lo pasa.
Adara se gira y se sienta en el suelo. Julia se sienta al lado.

-¿Estás bien?
-Sí, gracias. Es que no me puedo creer todo lo que me está pasando. Todo ha ido tan...
-¿...Rápido?
-Exacto.- Adara se refugia rodeándose con los brazos.
-Es comprensible. Tenías la vida perfecta.
-Y, lo más extraño, es que no sé qué hago hablando aquí, contigo. -Adara observa a Julia por el rabillo del ojo.
-Ni yo tampoco. Pero, aprovechando que ahora no está Stella, te seré totalmente sincera.
Adara sonríe mirándola.
-Yo no me llevo muy bien con Stella.
-¿Enserio?
-Te lo juro. Pero, sinceramente, Paola es mucho peor que ella.
-¿Paola?
-Sí, Paola.- Julia resopla, dejando entrever su semblante preocupado.- Ha hecho muchísimo daño a demasiadas personas. Tú para ella solo has sido una más. Stella es cruel, pero a tí te dice la verdad, y no sé por qué. En el fondo le caes bien e intentaba hundirte porque sabía que tú le hacías sombra. ¿Sabes por qué nos llevamos un poco mal?
-No. ¿Por qué? -Adara le dedica toda su atención. Le gusta hablar con Julia.
-Porque yo soy muy celosa. Al principio ella era como una hermana para mí. Lo compartíamos todo. Y luego apareciste tú, e hiciste que ella fuera la segunda chica más nombrada en el instituto.
-Lo siento.
-No lo sientas. Tú no tienes la culpa. Y, bueno, ella empezó a hablar de tí como si fueses una diosa. Quería llegar a ser como tú, y a mí eso me jodía. Me daba la impresión de que te quería más a tí que a mí.
-Julia, yo...De verdad que...
-¡No, no!- Julia se ríe entornando los ojos y arrugando la nariz como una niña pequeña.- Vuelvo a repetirte que tú no tienes nada que ver. Y yo empecé a decirle que se fuera contigo. Stella, al ver que no podía ser como tú, optó por lo más fácil. Joderte en todo lo que pudiese.
Creo que se ha dado cuenta de que así no llega a ninguna parte, y ahora quiere arreglar las cosas contigo.
-Es un poco tarde, ¿No crees?
-Mejor tarde que nunca.- Julia sonríe, levantándose.
Antes de alejarse, le guiña un ojo a Adara y se despide con la mano.
Ella la ve alejarse, y se da cuenta de que Julia se ha girado.
-¡Por cierto! ¡Después de clase nos vamos a tomar algo! ¿Te vienes?

Adara mira al suelo, rascándose la cabeza, y la mira, asintiendo con la cabeza.
Julia sonríe y vuelve a girarse. Recoge su mochila en el sitio en el que, hace apenas cinco minutos, la dejó. Cuando está a una distancia considerable, se saca el teléfono móvil del bolsillo y busca el número de Stella.

-¿Dónde estás?

Se oye una risa sonora, y la voz de Stella que contesta:

-Estamos en el baño. ¿Qué tal ha ido?
-Se lo ha tragado todo.
Julia cuelga, y pasa por delante de las gradas, lanzándole una mirada teñida de desprecio a Paola.
Paola enarca las cejas. No comprende nada. Y no sabe que ha sido acusada de algo siendo totalmente inocente.
 
 
 
 
 
Última sirena. Último sonido molesto. Últimos suspiros de los alumnos que salen apresuradamente de las aulas. La última sirena del día, aunque no de la semana.
Adara recoge sus cosas con cierta lentitud. No le importa salir la última.
Al salir del aula las ve de pie, mirándola. Ella sonríe y se une a ellas. Empiezan a hablar de cosas sin sentido, de cotilleos sin importancia. Hablan de programas televisivos. Critican las maneras de vestir de la profesora de inglés. Se ríen de lo mal que le queda el tatuaje en la nuca a la pelirroja del final de la clase.
Cuando se dan cuenta, ya están fuera del instituto.

-¡Bueno! ¿A dónde vamos?-Daniela asoma la cabeza entre Rebeca y Julia, poniéndose de puntillas.- ¡Yo opto por ir al veinticinco!
-¿Estás loca?- Stella se ríe sonoramente.- Ese pub es para ir de noche. Con estos uniformes no haríamos más que el ridículo.
-¿Qué os parece el bar que hay debajo de mi casa? Lo acaban de abrir.
-Sí, por mi bien.- Adara asiente con la cabeza.

Adara se gira y en ese mismo momento observa como Paola sale del instituto, al lado de Lidia.
Al pasar por delante de ella, oye la voz de Paola. Escucha como le cuenta un chiste y también las risas que les siguen.
Adara sacude la cabeza, resoplando con fuerza.

-¿Os lo podéis creer? ¡Está haciendo lo mismo con Lidia!
-Sí. Te lo hemos dicho antes.- Stella se acerca a Adara.
-Sí, pero no acabé de creérmelo del todo. Esta tía no va a seguir haciendo daño.- Adara respira y avanza a paso veloz en dirección a Paola. Esta la observa llegar y enarca las cejas, sin comprender qué está pasando.
-¿¡Es que no te has divertido ya bastante!? -Adara alza la voz, escupiendo cada palabra con desprecio y violencia.- ¿¡No te bastó conmigo!?
-¡Adara, baja la voz! -Paola está desconcertada y asustada, no entiende lo que pasa.- ¿Qué te pasa a tí?
-¿¡Y tú me lo preguntas!? -Adara la fulmina con la mirada, y en un abrir y cerrar de ojos ya está encima de Paola. Se lanza con fuerza y con brusquedad, y las dos caen al suelo. Adara aterriza sobre Paola, y esta nota el dolor punzante atravesándole la espalda. Adara le empieza a estirar del pelo con fuerza, haciendo que Paola se doble en dos y sienta un terrible y agonizante dolor en la cabeza.
-¡Para, para!- Paola empieza a derramar lágrimas, pero no se defiende. Tan solo se cubre la cara con las manos.- ¡Adara, basta!
-¡Deja de jugar con mi hermano!
-¿De qué estás hablando?

Adara le lanza un puñetazo en la cara que le da de lleno, partiéndole el labio inferior. Alrededor de ellas se forma un círculo de gente curiosa. Alguna persona débil intenta separarlas, pero no consigue hacerlo. El resto de la gente solo observa como la chica rubia golpea a la pobre Paola, que, tirada en el suelo, lo único que intenta hacer es protegerse.
Un poco más allá, pero no demasiado, cuatro jóvenes observan divertidas la violenta escena.
 
 
 
Lucas conduce con una mano. Con la otra, sujeta el teléfono móvil.

-Sí. Estoy llegando.
-Cuéntame otra vez qué vas a hacer ahí. Aún no lo entiendo.- Desde el otro lado de la línea se escucha la divertida voz de Danel.
-Voy a buscarla, sé que sale ahora. El otro día quedé con ella en el pub y no vino. No sé qué pasa. Quiero hablar seriamente con ella de una vez por todas.

Danel traga saliva. Le gustaría decirle que sí, que ella se presentó, e intenta desviar el tema.

-Sí, ya, pero...¿No tuviste suficiente con tus años de instituto? Yo no volveré ahí jamás.
-Si no recuerdo mal, un día fuiste a ver a mi hermana.
-Ya, bueno. Pero he madurado. Repito: Nunca más.

Lucas ríe enérgicamente, llegando a la calle del instituto.
Al entrar, observa que en la puerta principal hay muchísima gente presenciando algo, y frunce el ceño.

-Danel, te dejo. Acabo de llegar y me parece que pasa algo.
-Bueno, luego hablamos.
-Adiós.

Lucas descuelga el móvil y aparca, bajándose del coche.
Se dirige hacia el revuelo, esquivando y apartando a la gente para poder llegar a ver qué pasa.
Cuando llega abre desorbitadamente los ojos. No puede creer lo que está viendo, y se apresura a coger por los brazos a su hermana, echándola a un lado.

-¡Adara, ¿Pero qué coño estás haciendo?!- Lucas está nervioso, y se aproxima a Paola para levantarla. Ve que su labio inferior está hinchado y le limpia la sangre con el puño de su camisa blanca.
-¡Golfa, déjalo en paz! -Adara sigue chillando a Paola, y vuelve a correr hacia ella, pero Lucas le corta el paso interponiéndose entre ellas dos.
-¡Adara, ¿Te has vuelto loca?!- Lucas levanta la voz exageradamente.- ¡Ya hablaremos en casa!

Paola se esconde detrás de Lucas. Está avergonzada, asustada y desorientada.
Lucas le rodea el cuello con el brazo y se aleja de allí, en dirección al coche.

-¡No te vas a salir con la tuya!- Adara sigue levantando la voz y dedicándole insultos y malas palabras a Paola, pero ella ya está lejos.

Adara se acerca a sus nuevas amigas, fulminando a toda la gente que encuentra a su paso.
Las cuatro chicas se abalanzan sobre ella, besándole la cabeza.

-No se defendió porque quedó con Lucas aquí, y sabía que él aparecería.
-¡Seguro!-Julia la coge del brazo- Si no, te habría pegado.
-Me da igual. Esa tía no se va a salir con la suya. Yo no pienso permitir que juegue con mi hermano.

Todas empiezan a gritar mostrando sonrisas y abrazándose de nuevo. Y, mientras siguen hablando sobre Paola, se dirigen hacia el bar.
 
 
 
Dentro de un coche rojo, ellos dos hablan.
Paola está apoyada sobre la ventanilla. No quiere mirarlo.
Él la observa con preocupación, y siente la necesidad de romper el inquieto silencio que les rodea.

-¿Estás bien?
-Sí.- Paola sigue asustada, encogida sobre aquel cómodo asiento, y deja escapar sollozos casi inaudibles.
-¿A qué ha venido todo eso?
-No lo sé.
-¿No lo sabes?- Lucas la mira, enarcando las cejas.
-No...Yo salía de clase y, bueno...-Paola se calla al notar el temblor de su voz, dejando escapar lágrimas saladas de sus oscuros ojos.
-¿Te ha dicho algo?
-Me ha dicho cosas como <<No vas a jugar con mi hermano>>.
-¿¡Qué!?
-Yo tampoco lo entiendo, está muy rara desde, bueno...Desde que tú y yo...
-...Nos besamos.
-Sí.- Paola evita su mirada, ruborizándose.- Deberíamos contarle que fue mentira, aunque se enfade por esconder a Danel.
-¿Te arrepientes?
-Yo, yo...- Paola se lleva la mano a la boca. Siente miedo a ser descubierta.- Ella se enfadó....Bueno...Tal vez yo...
-Perdóname, pero no entiendo tu lenguaje.

Paola sonríe, agachando la cabeza.
Lucas la observa divertido.

-Paola, mírame.- Lucas le busca los ojos.
-Quizá deberías mantener la vista fija en la carretera.- Paola sigue girada, no está preparada para mirarle.
-¿Sabes? -Lucas frena de golpe, haciendo que Paola se incline hacia delante.- Yo no me arrepiento.

Lucas suelta el volante, colocándole las manos en la cara, atrayéndola hacia él. Nota su dulce aroma. Nota su cálido aliento golpeándole las mejillas. Y, en un instante, la besa. La besa lentamente, y con ternura.

-¡Ay!- Paola se echa para atrás, masajeándose el labio inferior.- Me duele.

Lucas rompe en una carcajada que inunda el coche, pero no aparta los ojos de ella. Y esta vez Paola sí que le mira. Enrojecida, nota como una sonrisa se le dibuja sin poder evitarlo.
Lucas arranca el coche de nuevo, perdiéndose entre el tráfico.
Ella, improvisadamente, apoya la cabeza en el hombro de él, cerrando los ojos.
Lucas la mira y sonríe.

domingo, 6 de febrero de 2011

CAPÍTULO DIEZ.

Nota como las horas van pasando. Lentas y agonizantes horas dentro de su habitación.
Adara no se puede creer que se hayan besado. Que sean algo más que amigos.
Sacude la cabeza. Le es imposible de entender. La simple idea de que sean pareja no le gusta. Pero lo que menos le gusta es haberlo descubierto así, por coincidencia. Paola y Lucas le han escondido algo que para ella es verdaderamente importante. Importante y extraño a la vez. ¿Mi mejor amiga con mi hermano?-piensa- Bueno, mi mejor amiga no. Ya no somos amigas, o eso creo. Sí, nos hemos enfadado. Ella se mete demasiado en mis asuntos. <<Solo quiero ayudarte>>-Dice en voz alta, imitando la dulce voz de Paola en un tono sarcástico y casi ridículo- Pero, pensándolo mejor, yo estaba con Danel, el mejor amigo de Lucas. ¡Bah! No es lo mismo, no. Claro que no. Ellos me lo han escondido.
A estas alturas tiene la sensación de que ni siquiera le quedan lágrimas para derramar. Y, ahora mismo, no tiene ganas de hacerlo.
Sacude la cabeza, mostrando aún más enfado. Sigue pensando en lo que hace horas ocurrió. Todo ocurrió muy rápido. El beso. Danel en su casa.
Siente que no reconoce a Paola. No entiende por qué le ha cubierto las espaldas a Danel.
Adara lo vio salir de casa con Lucas. Paola sabía que él se encontraba en el salón, escondido por algún recoveco. Y no dijo nada.

Un ligero ruido fuera de su habitación la sorprende. Por un instante, deja de respirar. Contiene el aliento. Oye una voz masculina y piensa que podría ser Lucas. Sale de la habitación, un poco asustada, y camina de puntillas por el pasillo.
La voz proviene de la habitación de su padre y, por un momento se siente ridícula. Se ríe sola, enmedio del largo y oscuro pasillo, y sacude la cabeza. Ha sentido miedo por oír la voz de su padre. Vuelve a reírse. Lo único que no sabe, es que la risa le durará poco tiempo.
 
 
 
En la habitación del final del pasillo, Luís canta de forma desgarradora una canción que no está escrita. Canta, y llora. Está verdaderamente ebrio. Hoy ni siquiera ha ido a la oficina, y el jefe le ha llamado la atención tres veces esta semana. Ha faltado muchos días. Demasiados. Está al límite del despido, pero parece no importarle.
Lucas ha tenido que encargarse de todas las facturas. Ha pagado la luz, el agua. El seguro de cada coche. Y apenas les queda dinero para seguir pagando.
Lo único que ha hecho Luís es pasear, de bar en bar. Juntándose con aquellos señores que tan mala fama tienen en el barrio. Bebiendo con el dueño de aquella fábrica que quebró. Emborrachándose con personas que no recuerda haber conocido nunca. Pero la cuestión es beber. Beber y olvidarlo todo. Olvidar por un instante a sus dos hijos y a los problemas económicos que los están ahogando. Pero, por encima de todo, olvidarla a ella. Míriam. Y no se da cuenta que, intentando olvidarla, vuelve a recordarla.
Sollozos angustiosos y lágrimas derramadas ensucian el dulce silencio que envolvía a la gran casa.

-¿Papá?- Luís se gira sorprendido y asustado para observar a su hija, que se apoya en el marco de la puerta- ¡Oh, Dios mío!
-Quiero ver a Míriam.- Luís llora, de forma desconsolada. Con fuerza bruta, coge la mesilla de noche y la vuelca, emitiendo un sonido molesto e irritante.
-¡Papá, qué haces! -Adara corre hacia la mesilla de noche y la levanta, colocándola en su lugar.- ¡Basta!
-Quiero ver a Míriam.- Él insiste, pero ella sacude la cabeza, dejando escapar alguna que otra lágrima salada de sus claros ojos verdes.
-Papá, mamá se ha ido. Deja de decir estupideces.

Adara no se da cuenta de que su padre está ebrio y hechizado por el poder del alcohol hasta que no se acerca a él para abrazarle.

-¿A qué hueles?- Ella se acerca más, abriendo los ojos desorbitadamente- ¡No puede ser! ¡Estás borracho!
-Quiero irme con tu madre.- Luís agarra a su hija de los nudillos, presionándolos con fuerza.- Dile que quiero irme con ella.

Adara emite un gemido de dolor al notar como sus pequeños nudillos gritan en silencio, desgarrándose.
Quiere gritar, quiere gritar que pare. Pero lo único que puede hacer es respirar violentamente, retorciéndose y doblándose en dos.

-¡Llámala, joder! -Luís estira de ella, y, de un tirón, suelta sus pequeñas muñecas.- ¡No quiero estar aquí!

Ella busca los ojos de su padre. Cuando los encuentra, los mira fijamente. El dolor que antes los teñía, ahora se ha transformado en odio. Odio violento y amenazador. Adara siente miedo hacia él. Está enfrente de Luís, y el labio inferior le tiembla demasiado. Su respiración se le acelera cada vez más, y no reconoce a su padre.

-Me has hecho daño, papá.- Adara se mira las muñecas, que mantienen un color rojo fuego punzante.- No sé quién eres.
-Yo sí que sé quién eres.- Ella cierra los ojos al sentir el cálido aliento mezclado con litros de alcohol de su padre en la cara, y gira la cabeza.- Eres igual que tu madre. ¡Vas a ser la misma que ella! ¡Tendrás una familia y la abandonarás! ¡Por que eres una...

Adara le interrumpe dándole una bofetada en la mejilla. Su semblante muestra desprecio. Se imagina lo que su padre iba a llamarla, y no está dispuesta a escucharlo.
Luís permanece con la cabeza agachada. Ella cree que la conversación ha llegado a su final y se levanta de la cama, acercándose a la puerta.

Antes de salir, le dirige unas palabras en un tono agradable, dulce. Pero también teñido con unas cuantas lágrimas amargas:

-Siento haberte tocado, papá. Mañana, cuando te calmes, volveré a disculparme. Perdóname.

Adara sale de la habitación, y camina lentamente hacia la suya. Tiene la cabeza agachada, y se siente culpable. Siente también una impotencia inmensa al ver a su padre ebrio y no haber podido hacer nada para evitarlo.
No quería llorar. Creía que no le quedaban lágrimas, pero se equivocaba. Recuerda a Míriam, y las veces que su padre la ha nombrado. Debe de echarla muchísimo de menos. Tanto como Adara.

Inmersa en sus pensamientos, apenas le da tiempo de actuar. Escucha pisadas detrás de ella. Pisadas rápidas, y un cuerpo robusto que se lanza encima de ella, tirándola al suelo.
Adara aterriza cubriéndose la cabeza, intentando no golpeársela. Siente el increíble dolor de su espalda, que soporta el peso de Luís. El cuerpo le pide a gritos que se quite, que se aparte de encima. Adara grita de dolor. Grita angustiada. Intenta respirar, pero sabe que no es fácil hacerlo con Luís encima.
De repente, nota que él se levanta. Y se siente un poco más tranquila. Pero no tarda mucho en girarla y hacer crujir de nuevo su espalda. Esta vez, también cruje su hombro izquierdo. El rostro de la pobre joven indefensa refleja un dolor sobrehumano, y sabe que es solo el principio.

-¡Quién coño te crees para pegarme, ¿eh?! -Luís la sacude violentamente, agarrándola por los hombros.- ¿Te gusta pegar? -Adara niega con la cabeza, presa de un pánico que apenas le deja respirar.- ¿Te gusta que te hagan esto?- Luís pronuncia cada una de las palabras costosamente, dándole pequeñas bofetadas en la cara.- ¡No, ¿verdad?! ¡Pues a mí menos! ¡A mí me respetas, mocosa!

Luís la mira con repulsión, como si no fuera su hija. Adara no puede ni mirarle, tiene los ojos cerrados, intentando no llorar. Intentando no fulminarle con la mirada. Cree que lo mejor es no decirle nada más, y arreglar cuentas al día siguiente. Se siente desprotegida y sola sin Lucas. Y piensa en llamarle, pero no tiene valor para levantarse.
Su padre se levanta, propinándole una patada en la pierna. En comparación con el dolor de su hombro y el de su espalda, la patada en la pierna apenas ha sido un golpe.
Abre poco a poco los ojos, observando como él se adentra en la habitación.
Se lleva las manos a la cabeza, tapándose la cara, y rompe a llorar. No puede contenerse, y siente que cada día se va muriendo. Que cada día es peor que el anterior. Piensa qué habrá sido en otra vida para que le haya tocado vivir una así. Hace poco, apenas un mes, ella era la chica perfecta. Lo tenía todo. Popularidad, una amiga perfecta y simpática. Una pareja excelente, el chico más deseado de todo el barrio. La madre perfecta. Con su padre no tenía mucha relación, pero se llevaban bien y comentaban cosas. Parecía que la quería. Pero hoy le ha demostrado que no, que por ella no siente nada. Quizá sea cosa del alcohol- piensa ella, intentando defenderle. Aunque, en el fondo, Adara sabe que es algo que no se puede defender y que, por más que lo intente, jamás volverá a mirar de la misma forma a su padre.
Intenta levantarse, inclinándose poco a poco, y siente una pequeña descarga eléctrica que recorre todo su brazo izquierdo.
Deja escapar un pequeño sollozo, que se rompe al salir de su boca. Se encuentra verdaderamente mal. Le duelen todas y cada una de las partes de su delicado y estrecho cuerpo.
Evita levantarse y decide arrastrarse hasta su habitación. Alarga el brazo derecho, y lo atrae para sí misma, con el fin de empujar su cuerpo hacia delante. Repite el mismo movimiento hasta llegar a la puerta. Está agotada. Respira violentamente, con una sensación de ahogo inmenso y angustioso.
Quiere llegar. Quiere ir más rápido. El hecho de imaginar a su padre abalanzándose sobre ella de nuevo la atemoriza y el pánico comprime su pecho.

Pero, cuando por fin entra en su habitación y, con un poco de valor se levanta para tumbarse en la cama, sabe que durante esa noche no volverá a sufrir ningún otro ataque. O eso se repite una y otra vez, para tranquilizarse.

miércoles, 2 de febrero de 2011

CAPÍTULO NUEVE.

Lucas sigue conduciendo, escuchando con atención las direcciones que le indica Danel, sentado a su lado, en el asiento del copiloto. Van a un bar donde han quedado con todo el grupo de amigos con el que solían juntarse antes. Hace un tiempo que todos, por unos motivos u otros, empezaron a distanciarse. Sobre todo Lucas, desde que su vida se había vuelto un caos.
Danel le pone al corriente de la vida de todos. Bruno, uno de sus mejores amigos, compañero de aventuras desde el colegio y primo de Danel, había conseguido una beca para estudiar en el extranjero y se iba en pocas semanas.
Toni se había buscado una nueva novia y se pasaba el día con ella. Apenas se le veía por ahí.
Los padres de Adrián se habían separado y él se había ido a vivir con su madre a las afueras.
Del enorme grupo que eran antes, doce o quince chicos y algunas veces también sus novias, solo quedaban cinco que se reunían todas las semanas. Así que para ellos esta era una noche de encuentros, reconciliaciones y también de despedidas. A Lucas le entristeció por un momento la pérdida de contacto con sus amigos.
 
 
Paola entra en su casa. Saluda su madre sentada en el sofá, viendo su telenovela favorita, con un beso en la mejilla y sin mucho entusiasmo. Haciendo caso omiso a las preguntas de su madre se dirige a la cocina. Abre la cocina, coge un zumo y se encierra en su habitación. Se quita la chaqueta, la corbata y la falda del uniforme, también los zapatos, y se echa sobre la cama. No puede para de pensar en lo que ha pasado hoy, en como no ha parado de meter la pata y cagarlo todo en cada momento. Se siente como una estúpida. Le gustaría volver tiempo atrás y evitar que todo esto pasara, intentar no fallarle a su amiga. Le gustaría gritar, romper todas las cosas que ahora mismo la estan rodeando, llorar, pero sabe que no serviría de nada. Así que intenta despejar su mente. Coge de la estantería, situada encima de su cama, el bloc de dibujo. Desde pequeña le ha gustado dibujar. Dibuja cualquier cosa: paisajes, animales, personas..., y la verdad es que no se le da nada mal. Sus tácticas son precisas, acertadas, delicadas. Coger un lápiz es, para ella, algo muy intenso. Deja que su mano recorra todo el camino sola. Las pinceladas son sutiles y suaves.
Pero lo que a ella le gusta de verdad es la moda. Lo que más abunda en el bloc son diseños de distintos conjuntos de ropa que ella misma crea, y le encantaría ser diseñadora de moda en un futuro que, al contrario de lo que ella piensa, no es tan lejano.
Piensa que podría desahogarse pintando, dibujando sus sentimientos, plasmándolos en el papel. Coge el estuche y saca un lápiz. Se tumba boca abajo en la cama, con el bloc delante de ella, y se tapa un poco con la manta que le hizo su abuela cuando era pequeña. Su favorita, con rayas horizontales de colores, y se recoge el pelo en una coleta infantil, despeinada y divertida. Empieza a pasar las páginas del cuaderno de dibujo para encontrar una en blanco. Y entonces lo ve. Un retraro de Lucas hecho con carboncillo, y recuerda que lo pintó al llegar a casa después de aquella tarde que pasaron juntos jugando, tomando chocolate. Y entonces su mente vuelve a revivir el beso de esa tarde.
Paola se estremece. No puede evitar sentirse feliz al recordarlo. Sabe que está mal, que él es el hermano de su mejor amiga, que lo más seguro es que tenga novia por todas aquellas llamadas irritantes, que no le pertenece. Pero le da igual. No ha sido el mejor beso del mundo, ni parecido a uno de película, ni como ella había soñado. Pero sí ha sido con la persona que ella quería.
Un beso robado, a la fuerza, inesperado e imperfecto, pero que ha hecho que por primera vez en su vida sienta mariposas revoloteando dentro de su estómago, le falle la respiración y todo le de vueltas. A pesar del momento, y de la situación, ella se confiesa a si misma que ha sido un beso perfecto. Su primer beso.
Y en ese momento rompe a llorar. Son sollozos silenciosos, pero desgarradores por dentro. Sufre. Sufre mucho, incluso demasiado. Porque sabe que no se va a volver a repetir. Porque sabe que puede haberle costado muy caro. Unas primeras lágrimas comienzan a resbalar por sus mejillas manchando el dibujo. Paola lo tira todo al suelo y enciende la radio mientras esconde la cabeza en la almohada.
Una melodía lenta sale de ella inundando la habitación y Paola la siente en cada rincón de su cuerpo, dejándose llevar por ella.

<<Quiero no ser nunca olvido, quiero que nuestro ahora pueda más que lo malo de querernos, que todas las heridas que vaya a causar. Quiero no vivir suspiros, no saber que se siente, no llorar. Quiero que al tocarte sepas que el mundo solo duele cuando tú no estás. No quiero un despertar, los quiero todos, todos, todos. Y puestos a pedir; quiero ser capaz de sentir por tí...>>
Paola se duerme envuelta por aquella dulce melodía.
La canción acaba y aparece otra, y otra, y otra más. Pero no le importa ni eso, ni el vivo retrato de Lucas en el suelo.
Tan solo se limita a dormir, y a seguir respirando silenciosamente.
 
 
 
 
 
Lucas y Danel llevan un rato sentados en una mesa junto a todos los demás. Ya se han puesto al día sobre las vidas de cada uno. Cuentan chistes y anécdotas. Todos rien. Lucas se lo está pasando genial y se da cuenta de lo mucho que echaba de menos a sus amigos.

-¡Eh, Lucas! -Grita Danel desde su silla- ¿Por qué no les cuentas a todos los de esta tarde?
-¿El qué? ¿Lo inútil que has sido al presentarte en mi casa sin avisar? -Lucas le da un sorbo a su cerveza mientras el resto del grupo estalla en una carcajada.
-Ja,ja, sí que avisé- Danel intenta defenderse- Pero ese es otro tema. Ya sabes a qué me refiero. Lo de la morena -Por toda la mesa se alza un gran revuelo y todos empiezan a preguntar.
- ¿Qué chica, Lucas?
-¿Está buena?
-¿Cuánto tiempo lleváis juntos?
-Eh, parar.- Les interrumpe Lucas- No hay ninguna chica, ¿Vale? Todo ha sido por salvarle el culo a Danel.

Todos remontan sus conversaciones anteriores. Lucas suspira, y maldice en voz baja a Danel. Pero no puede evitar que su mente vuele lejos de allí, hasta ella. Y piensa en Paola. En sus grandes ojos, en su sonrisa tímida. En el beso de la tarde en su casa. Y sonríe. Sonríe como un tonto cualquiera. Como hacía tiempo que no sonreía. Sonríe como lo hace solo cuando está con ella. Y decide llamarla.
Se disculpa ante sus amigos y sale fuera, a la calle. Coge el móvil, entra en la agenda y busca en la <P>. Lo encuentra y llama.
Un pitido. Espera. Dos pitidos. Sigue esperando. Tres. Estas cosas le sacan de quicio. Nunca ha esperado más de tres tonos. Pero ella no coge. Lo vuelve a intentar, obteniendo el mismo resultado.
 
 
 
Un poco más allá, lejos de la discoteca, ella duerme. En la agradable habitación iluminada débilmente por la ténue luz de la luna, el móvil suena en silencio. La pantalla se ilumina pero Paola no se da cuenta. Sigue durmiendo, encima de su cómoda cama. Tal vez soñando con él, o con Adara. O tal vez con nada importante, con cualquier persona irrelevante. Pero, pese a todo, no se percata que ha dejado escapar la llamada más deseada de su vida.
 
 
 
-¡Mierda!- Lucas hace ademán de tirar el móvil al suelo con fuerza, pero se dentiene con el brazo levantado. Resopla con impaciencia, guardándose el móvil en el bolsillo. Se apoya en un muro de piedra que hay enfrente de la discoteca y se despeina suavemente, rascándose la cabeza.
Suspira, un poco más calmado, y se saca el teléfono. Mira fijamente la pantalla, y pulsa el botón de rellamada. Se acerca el móvil a la oreja y decide esperar más tiempo. Uno, dos, tres tonos. Cuatro, cinco. Por fin escucha la voz deseada.

-¡Hola, soy Paola! -Lucas sonríe de oreja a oreja y, cuando está a punto de articular palabra, ella le interrumpe- ¡Ahora mismo, lógicamente, no estoy! Deja tu mensaje después del molesto <<Pip>> y te llamo, ¿Entendido?

Lucas resopla, desilusionado, y decide dejarle un mensaje.

-Hola Paola, soy Lucas. Te he llamado unas cuantas veces. Perdóname por ser tan pesado. -Después de una pequeña pausa pensando lo que va a decir, continúa, todavía indeciso- Estoy en el Veinticinco, supongo que conocerás el pub...-Sacude la cabeza al darse cuenta del tono nervioso que está empleando y se aclara la garganta- En fin, creo que tenemos asuntos pendientes... Quiero decir, que aún tenemos que aclarar muchos temas. Bueno, si no tienes nada mejor que hacer, estaré en este pub toda la noche con mis amigos. Pásate si quieres. Un beso, Pao.

Lucas cuelga, sonriente. Piensa que no ha sido el mejor mensaje, pero al fin y al cabo, es un mensaje. Y encima, para ella.
Una risa silenciosa pero divertida aparece por detrás.

-Sonríe a la cámara, Lucas. -Danel, sujetando el móvil con una sola mano, le saluda sonriendo. Siempre sonriendo.
-¿Qué coño haces?
-Estaré en el pub toda la noche, pásate.- Una risa divertida hace que su mano pierda ligeramente el equilibrio y que la grabación se tambalee.
-¿Qué haces con esa cámara?
-Grabar al enamorado más guapo de toda la ciudad.- Danel besa el aire, dedicándole cada beso a él. Besos burlones e infantiles.

Lucas le dirige una mirada asesina, irritada, y se acerca a él. Pero Danel es más rápido y, riéndose, echa a correr en dirección a la discoteca.
Lucas le persigue, dando grandes zancadas. Cuando se da cuenta, ya está dentro, rodeado de gente. Por un instante le pierde de vista. Busca con la mirada a Danel, perdido. Y entonces lo ve, al lado de Bruno. Se rien. Corre veloz hacia ellos.
Cuando llega, con la respiración agitada, mira a su amigo.

-Eh, ¿Qué te ha enseñado?
-¿Qué me ha enseñado de qué...?-Bruno se acerca a él con el semblante serio, pero, poco a poco aparece en su rostro una feliz sonrisa- Oh, discúlpame Lucas. Perdóname por ser tan pesado-Su voz suena infantil e incluso ridícula, y se ríe.
-Esto no tiene gracia.-Lucas está molesto, irritado.
-Venga tío, no te cabrees.-Danel sigue sonriendo como siempre lo ha hecho.
De repente aparecen por detrás Adrián, Toni, Raúl y Sergio, sujetando sus respectivas copas.
-¡Eh! ¿Qué pasa aquí?
-¡Eso, que se os ve muy animados!
-¿De qué os reíais?
-¡Este!- Danel señalada divertido a Lucas, dando pequeños saltos- Está enamorado de...
-¡Ya vale!-Lucas cruza los brazos, mucho más enfadado que antes.
-¡Eh, pequeñín, que aquí somos todos amigos!-Bruno sigue con la broma de Danel- ¡Chicos, al final la historia de Danel es verdad!
-¿Cuál?
-La historia de la morena. La que le dio un beso a este monumento- Danel señala a Lucas de arriba a bajo, riendo.
-Os estáis pasando. Yo no estoy enamorado. Dejarlo ya.
 
 
 
 
Abre lentamente los ojos. Ya es consciente del sonido de la radio, y cada vez le molesta más. Siente que el volumen está alto. Innecesariamente alto.
Se frota los ojos, algo soñolienta todavía, y se inclina un poco. Pestañea confusa. Mira la hora en su móvil. Las doce menos cuarto. Se estira emitiendo un dulce bostezo, y vuelve a mirar la pantalla de su teléfono. No da crédito a lo que ven sus ojos. Se pellizca con suavidad, creyendo estar en un sueño. En un sueño perfecto e irreal. Pero no. Está despierta, y en su teléfono están las siete perdidas de Lucas.
Y, por si fuera poco, tiene un mensaje de voz. Lo escucha con atención, con curiosidad. Casi nunca recibe mensajes de voz. Y se sorprende. Escucha su nerviosa, insegura y tímida voz. Escucha el tono grave de él. Y sonríe enrojeciendo casi sin querer.
Quiere ir. Quiere verle. Quiere aparecer en la discoteca donde le dijo que la esperaría. Por suerte recuerda aver acompañado a Adara en una ocasión a aquel lugar, cuando ella empezaba a salir con Danel, y si no está equivocada, sabe perfectamente a donde tiene que ir.
Se levanta rápidamente de la cama y abre el armario. Piensa en que se podría poner. Pasa de temas elegante y sofisticados, pues no quiere parecer una desesperada y tampoco que él crea que le importa demasiado. Pero también quiere sorprenderle, dejarlo con la boca abierta. Así que elige algo informal, pero con lo que se siente segura, sexy. Se pone unos pantalones cortos vaqueros, una camiseta larga, que casi cubre todo el pantalón, de color azul marino, de media manga y que deja al descubierto su hombro derecho, y unas converse all star de l mismo color que la camiseta. Se deja el pelo suelto y apenas se maquilla. Coge el casco y las llaves de la moto, también el móvil y las llaves de casa, que guarda en el bolsillo de su pantalón. Corre escaleras abajo con una gran sonrisa iluminando su cara. Su madre la ve.

-¿Sales?-Le pregunta a su hija con tono curioso al verla tan feliz en comparación a esta tarde
-Sí. No volveré muy tarde. Lo prometo- Paola besa a su madre y sale de casa. Se sube a la moto. Ilusionada se dirige a la noche más especial de toda su corta vida.
 
 
 
 
Hacía rato que los chicos volvian a estar sentados en su mesa. Llevaban ya varias consumiciones. Algunos más de la cuenta. Lucas estaba tranquilo. Hacía tiempo que la conversación había canviado de tema, ya no se centraba en él y sus relaciones sentimentales. Hablaban de películas, de música, de cosas pasadas y de planes de futuro. Pero de repente, cuándo él menos lo esperaba, sus amigos volvieron a la carga.

-¡Lucas mira!-Danel señala a una mesa cercana a la de ellos.-Esa rubia no para de mirarte.
-Que va. Deja de decir tonterias.
-¡Que si tio!-insite Bruno. -¡Si hasta te ha guiñado un ojo!
-Pues a mi no me interesa.
-¡Uuuuuu!-El murmullo se levanta por encima del sonido de la música y un mismo nombre empieza a repetirse en la boca de todos sus amigos.
-A Lucas le gusta Paola. Lucas está enamorado...-Los chicos tararean las frases con música incluida como si fueran unos niños en el patio del recreo.
-¡Que os calleis ya pesados! ¿Cuantas veces os tengo que decir que no me interesa Paola? Es solo una amiga ¿vale?
-¿A si? Pues entonces ve donde la rubia. Porqué no me puedes negar que esta buena.-Le reta Danel.
-Vale, si es la única manera de convenceros...-Lucas se levanta y camina hacia la mesa de la chica rubia.
 
 
 
 
Paola llega al pub. Tras unos minutos buscando por fín encuentra sitio para aparcar la moto. Baja y entra en el local.
Busca a Lucas con la mirada, pero no consigue encontrarlo. Entonces Danel aparece delante de ella.

-¡Paola! Cuanto tiempo ¿No?.-Paola se queda boqueabierta al verlo ahí.
-Desde esta mañana ¡estúpido!. Por desgracia claro.
-Ya..Y..¿Que haces por aquí?
-Nada.-Paola intenta esquivar a Danel para seguir buscando a Lucas.
-Bueno ¿y que te trae por aqui?-Pregunta Danel intentando distraerla.
-Tu estas muy raro. Pero me da igual. Dejame empaz ¿si?

Paola consigue escapar de Danel y sus incómodas preguntas. Piensa que cada vez le cae peor. Se acerca a la barra y saca el movil para llamar a Lucas ¿donde está? ¿No se suponia que habían quedado ahí?
Y entonces, como por instinto, se gira y lo ve. Está sentado en una mesa, no muy lejos de ahí. Se acerca para saludarlo y entonces ve que una chica está sentada con él. Se queda congelada en el suelo. No lo puede creer ¿Su novia? Entonces ¿Para que le había llamado? ''Tal vez es solo una amiga'', piensa. Y se dispone a comprovarlo cuándo la rubia, como por sorpresa se abalanza sobre él y le besa. Paola enrojece. Una mezcla de ira, vergüenza y dolor.
Danel contempla como Paola corre hacia la salida. Cuando pasa a su lado intenta retenerla, explicarle todo lo que sucede, ya que en el fondo se siente culpable. Sabe de sobra que su amigo, aiunque no lo admita, está loco por ella. Pero no puede hacer nada. Paola lo aparta de un empujón y sale corriendo mientras Danel la observa marcharse, pensando en si contarselo a Lucas o no.