lunes, 3 de enero de 2011

CAPÍTULO CUATRO.

Acelera cada vez más, haciendo todo lo posible por perderse en cualquier lugar. No le importa nada, sólo quiere desaparecer. Adelanta coches más lentos que ella, se salta algún que otro semáforo en rojo. Apenas consigue ver mucho más allá de la oscuridad de la noche y las líneas blancas de la carretera. Las lágrimas le empañan los ojos y no le dejan ver con claridad. Cansada de ir sin rumbo, Adara se baja de la moto y la lanza con furia sobre el asfalto. No le importa nada, ni la moto, ni el toque de queda que le habían puesto sus padres y que está rompiendo, ni el móvil que, harta de las llamadas de su amiga, tiró unos metros más atrás.
Mira a su alrededor y no reconoce el lugar en el que se encuentra. Parece un parque, con árboles, bancos y toboganes. Pero eso a ella le da igual. No le importa el lugar donde se encuentra, solo quiere olvidar. Camina por el césped. Cualquiera que la viera en este momento pensaría que es un alma en pena vagando en busca de la forma para pasar a mejor vida. Camina durante mucho tiempo, sin saber hacia dónde, pero sin poder parar. Al final, ya con los pies doloridos por los tacones, se sienta en el suelo. Se apoya contra la fuente que tiene detrás de ella. Una fuente de piedra, con dos delfines jugando con una pelota, en la parte de arriba. Delfines que son testigos de su tristeza y sus lágrimas.
Adara se coge la piernas y agacha la cabeza. No puede parar de llorar. Se sientre destrozada, rota por dentro. Los ojos, irritados y enrojecidos, no pueden parar de llenar la delicada piel de Adara con cristalinas y doloridas lágrimas. Siente que se va muriendo poco a poco, que un trozo de ella misma se ha desvanecido, ha desaparecido, como por arte de magia. El dolor es casi insufrible. Los recuerdos son aún peores. Como si le hubieran dañado algún tejido de la piel con un afilado cuchillo. Como si de repente se hubiera lanzado al vacío desde lo alto.Como si algo, o alguien, le estuviera aplastando el corazón. Alguien. La cara de esa chica, aquella desconocida a la que encontró en la cama con su novio. Su novio, Danel. Tal vez sea él quien intenta arrancarle el corazón. Su Danel. No puede impedir que las lágrimas caigan con más fuerza sobre sus mejillas al recordarle. Se siente traicionada. La persona a la que más quería, a la que más quiere, le ha engañado. Es un imbécil, pero es su imbécil, y sabe que, aún, a pesar de lo que ha pasado, sería capaz de dar la vida por él. Sigue sin poder creerlo. Quiere que le pellizquen y despertar, despertar de esta pesadilla. Por un instante revive ese momento.

Adara subía las escaleras, pensando en el extraño comportamiento de su hermano segundos atrás, al pie de las escaleras. Prefirió olvidarlo por un tiempo, ya le preguntaría después, al llegar a casa. Intentó entar en la habitación, pero algo se lo impedía. Después de varios intentos consiguió abrir la puerta y descubrió que una silla la estaba bloqueando. Alguien debía haberla puesto. Adara no le dió más importancia y cogió su bolso, buscando dentro el pintalabios para su amiga. Lo encontró en el fondo, y cuando iba a marcharse oyó ruidos dentro del baño. Demasiada curiosidad para no mirar quienes estaban ahí. Seguramente serían los mismos que habían bloqueado la puerta con la silla. Si alguien los descubría serían el nuevo cotilleo, no pararían de hablar de ellos en mucho tiempo. Adara no podía desperdiciar esa oportunidad. Tenía que ser ella quien lanzara la bomba. Se dirigió a la puerta del baño y escuchó un momento. Ahí estaban. Abrió la puerta, como por casualidad, queriendo sorprenderles. Pero la sorpresa se la llevó ella. Ahí, escondidos en el baño, medio desnudos, estaban Danel y una chica morena. Adara, sin poder decir nada, cogió sus cosas y salió corriendo de la habitación.

El resto de lo sucedido esta difuso en los recuerdos de Adara. Recuerda la gente, a su hermano y su amiga mirándola sorprendidos, Danel corriendo detrás de ella, un portazo, subirse a la moto...Sacude la cabeza. Ya está, es demasiado por hoy. No quiere darle más vueltas a nada, aunque sabe de sobra que es más difícil de lo que parece. Sólo tiene en mente una imágen. El baño. Danel. Una chica. Una chica que, dolorosamente, no era ella.

Está empezando a amanecer y Adara decide irse a casa. Le cuesta encontrar el camino de vuelta a la carretera, perdida en el bosque. Le duele la cabeza de tanto llorar y apenas ha dormido. Cuando llega, recoge la moto, y tras varios intentos la arranca. El camino de vuelta a casa es largo y deprimente.

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