lunes, 10 de enero de 2011

CAPÍTULO SEIS.

Adara abre lentamente los ojos, cansada de dormir. Siente que lo necesitaba, que tenía que darse un respiro. Y tarareando letras de canciones se quedó profundamente dormida. Mira el reloj. Son las cuatro y media de la tarde. El estómago le ruge violentamente y decide que es hora de comer algo, aunque sea la comida recalentada del mediodía. Baja el volumen de la música y abre la puerta. Sale y camina lentamente hacia las escaleras, pero no sigue caminando. Se detiene al borde del primer escalón. Los escucha. Escucha sus voces, sus risas. Escucha como Paola llama tramposo a Lucas. Y luego, más risas. Camina hacia atrás. No sabe qué hacer, se para a pensar por un instante. ¿Bajo? Si bajo, tendré que contarle todo y eso es lo que menos me apetece en un momento así. ¿Me quedo aquí? Sí. Me encierro en mi habitación. Pero ¿y si ha venido para esperarme a mí? En ese caso, no se irá hasta que no aparezca por allí abajo. Mierda. ¿Qué hago?. Adara decide entrar de nuevo a su habitación. Se precipita en uno de los grandes sillones colocados en una esquina. Y les da mil vueltas a las diferentes opciones. La música envuelve el fondo con una acertada letra...<<¿Qué más puede salir mal? Ya no sé que contestar >> Nada más puede salir mal. Nada más podría ir peor. O quizá sí.
 
 
-¡Eh, no vale! ¡Eres un tramposo!
-Asúmelo, yo sé jugar tres mil veces mejor que tú.

Paola finge enfadarse y le tira un gran cojín azul a Lucas. Ambos ríen, como llevan haciendo toda la tarde.

-¿Jugamos otra partida? - Lucas sigue animado, divertido, con ganas de más.
-¿Qué te parece sentarnos un rato y descansar?
-¿Qué pasa, estás asustada?
-Lo que pasa es que quiero recuperar fuerzas para darte una paliza de las buenas, ¡de las que no se olvidan!

Paola opta por sentarse en el cómodo sofá, agotada pero sonriente. Lucas la imita y se sienta a su lado, algo menos cansado. Sus miradas se cruzan y es ella la única capaz de apartar la mirada. Se siente bien a su lado, pero muy intimidada. Es consciente de que está siendo observada por unos grandes ojos verdes que enamoran y cautivan. Y a ella ya le han enamorado. Pero es incapaz de sostener su mirada más de cinco segundos seguidos. El silencio inunda el salón, y también a ellos. Sólo se escucha la agitada respiración de ella, y la ligera risa de él al escucharla.

-Gracias por invitarme a quedarme a comer aquí, Lucas.
-No las des, sabes que esta casa es tuya - Él sonríe, sincero.
-Lo más raro ha sido que tu hermana no hubiera aparecido a la hora de la comida.
-¿Quién sabe? Igual estaba hablando con Danel.

Paola lo mira. La furia se refleja en sus ojos, aunque no va dirigida hacia él. El solo hecho de oír su nombre le provoca un mal sabor de boca.

-¿Hablando?
-Sí, tal vez.
-Lucas, ¿sabes qué pasó?
-Sí, por desgracia lo sé todo.
-¿Cómo pretendes que ella esté hablando con él? ¡Es un imbécil! - Paola pone los ojos en blanco.
-Sí, pero ¿dónde está si no?
-Espera -Paola coge el bolso y rebusca rápidamente entre sus cosas hasta dar con su teléfono móvil- Voy a llamarla.

Lucas asiente con la cabeza. Paola teclea el número de Adara, se lo sabe de memoria. Se acerca el auricular a la oreja. Un pitido, dos pitidos. Paola espera, ansiosa. Nadie contesta. El silencio que en ese momento les rodea permite que oigan un sonido musical que llega desde el piso de arriba. Los dos miran hacia arriba a la vez. El sonido ya no es audible. Ha sido cosa de escasos segundos.

-¿Has oído eso?
-Quizá sea el móvil de Adara.
-¡Joder! ¡No lo ha cogido!
-Siempre lo coge.
-Pues esta vez se le ha debido olvidar -Paola cuelga algo molesta. Quería hablar con su amiga. Quiere verla, abrazarla. Hablar como hablaban antes. Desde la fiesta, desde que se fue sin ella, nada ha vuelto a ser lo mismo.Y empieza a pensar, a meditar en su cabeza. Ella está mal, está confusa, está triste. Debo entenderla, y animarla en cuanto la vea.
Decide probar de nuevo. Decide arriesgarse, no hay nada que perder. Pulsa la tecla verde y llama otra vez. Se lleva el dedo a la boca y se muerde la uña suavemente, mostrando impaciencia. Espera, con ganas de escucharla, con fe. Espera con mucha esperanza, con los ojos entrecerrados. Espera incluso demasiado. Y se rinde. Cuelga de nuevo. Nada. Nadie le responde.Empieza a preocuparse de verdad por su amiga. Imagina dónde podría estar. Con quién. Sacude la cabeza. Busca una respuesta, imagina miles y miles de lugares donde ella podría estar. El único que no pasa por su mente es el que busca con tanto afán. Arriba, a unos cuantos metros de distancia.
 
 
 
Pone rápidamente el móvil en silencio. La preocupación la invade. Quizá hayan oído el sonido estridente de su teléfono. Pero ya habrían subido a comprobar si había alguien. Respira tensamente, nerviosa. No quiere que la descubran aún. Tirada en el suelo, encima de la blanca y peluda alfombra, descansa su cuerpo. Con el dedo se enrolla un mechón de pelo divertidamente. Mira el techo fijamente. No es consciente de lo que hace. Esta ausente. Su cuerpo se encuentra ahí, tirado en la delicada y elegante alfombra. Su alma se ha evaporado. Se ha desvanecido, ha escapado de esa angustiosa habitación donde ha permanecido horas y horas seguidas. Sacude la cabeza saliendo en ese estado de trance. Se inclina, mirando de un lado para otro, como si no supiese donde está. Pero su mirada se posa sobre un marco de color plata rectángulo. Se levanta y se acerca a él, a paso ligero, dejando ver una media sonrisa. Coge el marco y mira la foto con más atención. Es preciosa, y se la hizo Rubén, si no recuerda mal. Es ella. Sale riendo. Danel la abraza por detrás, dándole un beso ligero en la mejilla. Ella sonríe feliz y sorprendida al verlo aparecer de la nada. Es realmente bonita. Ahí sólo llevaban...tres meses. Sí. Gira el marco y detrás aparece la fecha inscrita. Tres meses. La abraza con fuerza y sonríe, pero poco a poco esa sonrisa cálida y tierna se transforma en una sonrisa apática, rencorosa y furiosa. Y sin pensar el ruido que provocaría al hacerlo, tira el marco con fuerza hacia la pared. Un ruido sordo silencia la habitación. Ella respira agitadamente, más enfadada que antes. Preciosos recuerdos, fantásticos momentos vividos con él. Sonrisas, miradas, cenas, citas, días a su lado, canciones compartidas, cartas escritas con amor y con verdadera sinceridad. Pulseras intercambiadas, sueños imaginados entre los dos. Ahora ya no queda nada. No queda nada más que rencor, que odio. Y lo peor de todo, el desamor causado por la persona que creíamos perfecta.
 
 
 
Ellos dos charlan animadamente sentados cerca, muy cerca, pero no demasiado. Han estado riendo, bromeando, hablando seriamente e incluso coqueteando. A veces Paola a creido ver a Lucas con la mirada perdida, con una expresión seria o más bien preocupada. A lo largo de la tarde ha sentido la necesidad de preguntarle qué pasaba.

-Lucas, ¿te encuentras bien?
-Sí, ¿Por qué lo dices?
-Será impresión mia, pero te veo preocupado.
-No es nada. No importa -intenta convencerla con una sonrisa un tanto delatadora, y ella es incapaz de creerse lo que dice.
-Si estás así, será por que importa, aunque sea lo más mínimo.
-Mi hermana no está pasando el mejor de sus momentos.
-Lo sé.
-Y me preocupo muchísimo por ella. Además, ayer, mis padres...
-¿Qué les ha pasado? - Paola se inclina hacia delante, sinceramente preocupada.
-No, tranquila, están bien.
-Menos mal.
-Con bien quiero decir sanos...No están juntos.
-¿Se han separado?
-Mi madre dejó una nota ayer y al parecer, nos ha dejado a todos.

Paola está impresionada, algo aturdida. No se lo habría esperado nunca. Luís y Míriam parecían llevarse tan bien...Bueno, en realidad, casi nunca estaban juntos. Pero jamás habían discutido con ella delante.

-Lo siento mucho Lucas.
-No importa, estas cosas le pasan a la gente normal.
-Sí, pero...
-Pero nada, pasan y ya. Todo se arreglará.

Ella no sabe qué hacer. No sabe cómo actuar. No sabe si abrazarlo o sacar un nuevo tema. No sabe si sonreír o adoptar una expresión más seria. Pero de pronto se sorprende aún más. Lo observa con atención. Observa como se tapa la cara con las mangas del jersei y sorbe por la nariz casi insonoramente, pero ella lo escucha. Y lo ve, a pesar de estar escondido, puede adivinar que esta llorando.

-Lucas...

Él rompe a llorar. Jamás lo había visto así. Y, casi por instinto, lo abraza. Lo abraza con fuerza, con amor, con cariño. Lo abraza con ternura, con dolor. Oye la respiración entrecortada que escapa de su boca, el desgarrador sonido de su voz temblando. El triste color de su mirada. Siente todo su dolor y derrama también alguna que otra lágrima, pero se la retira antes de que pueda darse cuenta.
Pasan minutos y él sigue ahí, preso en ese abrazo con el que Paola le ha estado protegiendo, igual que el que le dio a su hermana ayer. Y se deshace de los finos brazos de ella con sumo cuidado.

-Gracias- susurra, recuperando el tono de voz normal - No tendrías que haberme visto así.
-Cállate. Los valientes también lloran ¿Sabes?

Él sonríe. Ella le imita. Y decide seguir hablando.

-Y ahora, si me permites, voy a ir a la cocina y voy a preparar dos tazas de chocolate bien calientes, para pasar este mal trago con un sabor algo más dulce.
-No, tranquila, ya lo hago yo -Lucas se levanta, pero ella es más rápida y posa una mano en su hombro.
-He dicho que voy yo, no quieras quitarme el título de cheff.

Sonriendo se dirige a la cocina.
Él sigue ahí. Se sienta de nuevo, sonriendo. Le ha venido realmente bien el abrazo de Paola. Se ha sentido feliz. Ha sentido que se iba recomponiendo poco a poco. Ha sentido que sus pequeños bracitos son mucho más acogedores de lo que él pensaba. Cuando se da cuenta, Paola regresa con dos tazas de chocolate caliente. Los coloca encima de la mesa y le acerca uno a Lucas. Él sonríe. Un buen chocolate es lo que más le apetecía.

-Mmm... ¡como huele!
-Hay que bebérselo rápidamente. Una vez frío no causa el mismo efecto.
-Es cierto - Paola le da un sorbo, y como un rayo deposita de nuevo la taza de chocolate en la mesa. Se levanta y saca la lengua, dando saltos en el mismo lado. Lucas rompe a reír como un verdadero loco sin parar de observarla. Ella frunce el ceño, mostrando indiferencia, pero también sonríe. Una vez ha recuperado la compostura, Lucas prosigue:
-Cuando te he dicho que hay que bebérselo rápidamente, no quería decir tan rápidamente.
-¡Estúpido! Ahora verás como hasta alguien como tú se quema -Paola actúa sin apenas pensárselo.

Aprovecha que Lucas tiene la taza próxima a los labios y la impulsa hacia arriba, inclinándola. Él abre los ojos sorprendido y dolorido ante la intensa quemazón que el chocolate le ha causado. Grita, y da vueltas alrededor de la gran mesa. Esta vez es Paola la que ríe enérgicamente, y con verdaderas ganas. Se tapa la boca con una mano y con la otra se retira alguna lágrima que baja felizmente por su mejilla. Le quema la lengua, pero se siente muchísimo mejor que antes. Ella, una persona tan pequeñita, ha sido capaz de hacerle sentir realmente grande. Le ha mimado y le ha hecho sonreír. Lucas se acerca a ella y le agarra de ambas manos, impulsándolas hacia atras. Sus respiraciones son agitadas, casi acompasadas. Sus miradas se entrelazan como aquella noche, antes de irse a la fiesta. Un nuevo pensamiento asalta a Paola. También estuvieron así de cerca antes de que su dichosa novia le telefoneara. En menos de una milésima de segundo echa a un lado ese pensamiento. Puede volver a oler su perfume. Puede volver a sentir su aliento cerca del suyo. Él se inclina sonriente hacia ella. Sus labios cada vez estan más cerca. Ella tiembla nerviosa, pero se deja hacer. Por un instante se olvida de todo. De Adara, de sus preocupaciones. Incluso del mundo que les rodea. Cierra los ojos delicadamente, esperando ansiosa el momento.

De pronto escuchan unos pasos que provienen de la entrada. Lucas se levanta a la velocidad de un relámpago en mitad de una noche tormentosa. Ella cierra los ojos con impotencia. No se lo puede creer. La segunda vez que sucede algo así. ¿Pero por qué?
Adara camina a paso ligero. Siente que ya no puede esperar más y tiene que bajar a saludarles, aunque sea por obligación.
Se adentra en el salón y ellos la miran sorprendidos.

-¡No me lo puedo creer!- Paola corre hacia ella nada más ver la silueta de su amiga, y la abraza - ¡Estás aquí, no me lo puedo creer!
-Sí, aquí estoy...- Adara la rodea también con los brazos, con menos ímpetu, pero con ciertas ganas- Siento no haber aparecido en todo el día chicos.
-¡Bah! Olvídalo, vamos, tenemos que hablar muchísimo- Paola coge a Adara del brazo y ambas caminan hacia la habitación.
Adara no quiere volver ahí, pero sube sin quejarse.
Paola le dirige una última sonrisa a Lucas. Quiere quedarse con él, pero sabe que no podría dejar a su mejor amiga sola en un momento como este.
Lucas les sonríe y se queda ahí, manchado de chocolate y con la quemazón que todavía permanece quemándole la lengua. Piensa lo que habría pasado si su hermana no hubiera llegado a aparecer. ¿Pero qué estoy diciendo? Es mi hermana, y tenía que aparecer. Llevamos toda la tarde esperándola, se repite a sí mismo. Sí. Quizá haya aparecido en el momento justo e indicado. ¿Pero justo e indicado para quién? ¿Para ella? Para él no.

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