sábado, 22 de enero de 2011

CAPÍTULO OCHO.

Adara se sienta en un muro, envuelta entre lágrimas que gritan sumergidas en el silencio frío de la calle, y piensa en él aunque no quiere hacerlo. Y lo odia. Lo odia y lo ama.
Han pasado meses, meses lentos y desgarradores. Algunos peores, otros un poco mejores, aunque poco a poco han ido mejorando. Pero todos los meses han transcurrido sin él, y eso a ella le ha venido bien, aunque al principio no se diera cuenta. Le ha venido bien para relajarse, aunque no demasiado. Para tranquilizarse y aprender a vivir sin llorar, sin derramar lágrimas. Para aprender de nuevo a respirar sin ahogarse.
Pero hoy, justo hoy, después de meses sin él, ha aparecido. Ha aparecido para decirle que no la quiere. Que quiere que sean amigos.
Las palabras que pronunció Adara sonaban seguras, amenazantes e indiferentes, pero por dentro sentía que cada hueso de su diminuto cuerpo se le partía en dos, y que su corazón no tenía el espacio suficiente para seguir funcionando. ¿Amigos? ¿Cómo van a ser amigos? Sería como reclamar un sitio en el cielo siendo asesino. Algo imposible, verdaderamente imposible.
Se levanta, secándose las lágrimas con la palma de la mano, y empieza a caminar hacia ningún lugar. Está en un paseo largo, lleno de coloreadas y alegres flores que desprenden aromas increíbles, agradables. Es un lugar precioso, siempre pasea por allí cuando algo le atormenta o cuando quiere alejarse de la realidad, aunque solo sea durante algunos escasos minutos. Aparcó su moto en el garaje de su casa. El paseo está a pocos metros de allí, y quiere sentirse libre, quiere respirar el dulce aroma de las flores. Quiere sentir el frío pero suave viento rozándole la cara. Y camina así, con las manos metidas en los bolsillos, dando pequeños pasos. Mirando hacia el cielo, observando las nubes que vienen y que van. Otras veces, mirando al suelo, contando sin quererlo las baldosas de piedra que, una tras otra, van formando todo el largo camino.
Con los ojos empañados, sigue andando, sin pararse. Y la ve al final, corriendo hacia ella. Observa irritada la silueta de Paola que se acerca cada vez más a la suya. Y rápidamente, casi sin darse cuenta, se gira y camina en la dirección opuesta. Agacha la cabeza intentando pasar desapercibida, pero la dulce voz de Paola no deja lugar a dudas: No ha podido esconderse.

-¡Adara! -Las palabras salen casi entrecortadas mientras lucha por respirar acompasadamente después de correr tras ella.

Adara resopla y gira la cabeza, dedicándole una media sonrisa.

-Te he visto hablando con él en la salida del instituto.
-¿Ah, ahora me sigues?
-¿Qué dices? No. Salgo por la misma puerta que tú, no es tan raro.
-¿Y qué quieres decirme?
-¿A tí qué te pasa? Solo intento hablar contigo, Adara- Paola la coge del brazo, pero ella la evita instantáneamente.
-Gracias, pero no necesito hablar. Estoy bien.
-¡Oh! ¿Seguro?-Paola se le acerca y le pasa la mano por las mejillas, aún húmedas- ¿Y esto qué es?
-Paola, déjalo ya.
-Está bien, perdóname, pero es cierto. He venido para que hablasemos un poco.
-Y yo te vuelvo a repetir que está todo bien, no has debido venir para una tontería así -Adara echa a caminar, con más velocidad que antes.

Está irritada, molesta, enfadada. No debería haberse encontrado con ella, necesitaba estar sola. Y, además, no quiere encararse con Paola.
Intenta alejarse, dando zancadas cada vez más grandes, pero Paola se pone delante de ella dando un brinco y la mira seriamente. Su semblante muestra también clara preocupación y tristeza.

-Adara, ¿Qué te ha dicho? ¿Qué te ha afectado tanto? ¿Tengo que pegarle una paliza?
-¡No, no y no! ¡Basta, Paola! -Adara empieza a pegar gritos, y levanta el volumen de voz- ¡No ha dicho nada! ¡No necesito tu ayuda, ni la de nadie! ¡Estoy perfectamente bien, joder! ¡Déjame en paz! ¡No me hace falta que nadie sienta lástima por mí, y menos tú!

Paola la mira sorprendida, atónita. Nota como el labio inferior empieza a temblarle, pero cierra los puños. Los cierra con fuerza, decide que lo mejor es no llorar. Y se queda ahí, observando a su amiga con los ojos desorbitados. Con las mejillas encendidas por la rabia, y, a la vez, por la impotencia que siente, por la crueldad reflejada en todas y cada una de las palabras de su amiga. Y Adara también la mira, sorprendida. Quizá por las palabras empleadas. Quizá por que le sorprende ver que aún Paola no se ha marchado, pero no se mueve. Y Paola decide hablar. Aunque sea por última vez.

-¿Sabes? Ahí te equivocas, mejor dicho, te has equivocado en todo. ¡Entérate, no me gusta verte sufrir! -
Las lágrimas bajan veloces por su delicada piel, y el tono de voz va subiendo cada vez un poco más- Y, en cuanto al tema de la lástima que siento hacia tí, también te equivocas. No siento lástima, siento desgarros internos, y ganas de morirme. ¿Y sabes por qué?

Adara niega con la cabeza, llorando en silencio, y se cruza de brazos, nerviosa.
Paola sorbe por la nariz, y continúa:

-¡Por qué eres mi mejor amiga y no puedo hacer nada por ayudarte! Me acerco a tí y huyes, casi instintivamente. Apenas hablas conmigo. ¡Apenas hablas con nadie! - Sacude la cabeza, apunto de explotar- Espero que algún día sepas cuánto me he preocupado por tí sin pedirte nada a cambio, y que algún día recuerdes que, cuando empezaste a ser la popular cornuda en el instituto y el punto de mira de todo el mundo, yo estuve ahí, a tu lado, sin reprocharte nada.-Paola la mira por última vez, y empieza a llorar. Camina hacia la primera dirección que ve y se aleja de Adara, casi corriendo.

Ella observa a su amiga alejándose, y por un instante echa a correr detrás. Pero no la ve. Su cuerpo se ha transformado en un diminuto borrón difuso. Está ya demasiado lejos. Y llora. Y grita enmedio de aquel paseo que, hace apenas algunos minutos, era para ella simpático, alegre, y que ahora es grisáceo, oscuro, horrible.
La gente la mira sorprendida. Alguien se acerca más de lo normal con intenciones de preguntarle a esa pobre chica si está bien. Esa pobre chica que grita, y derrama lágrimas y lágrimas sin parar. Esa chica que siente que su mundo, ya destruído, se está volviendo a destruir. Pero esta vez es culpa suya, solo suya. Y se siente mal. Y corre hacia un banco, pegándole patadas. Cayendo al suelo, con el pie dolorido, horriblemente herido. Pero no le importa, solo quiere desaparecer de nuevo. Esta vez quiere desaparecer de verdad. Su madre, Danel, y ahora, ella. Paola. Es cierto, solo se preocupaba por ella. No quería nada más que verla feliz. Y la ha tomado por una más. Pero siente que ya no hay marcha atrás. Que lo hecho está hecho. Y que lo único que puede hacer es irse de aquel sitio. Escapar de todas aquellas miradas que la observan preocupadas. Huir de las flores que han presenciado la fatal pelea que ha separado a dos amigas inseparables. Y, como lleva haciendo mucho tiempo, echa a correr, sin rumbo fijo. Escapando.
 
 
 
 
Lucas observa el reloj, sin parar. Se lo acerca a cada segundo, para asegurarse de la hora que es. Está inquieto, está furioso. Quiere saber dónde está, dónde se ha metido. Sentado en las escaleras que llevan al piso de arriba, mira fijamente la puerta, justo enfrente de él. Y resopla. Resopla y suspira. Y, justo en ese instante, alguien intenta abrir la puerta. Lucas oye la llave dándole a los laterales de la cerradura. La casa está en completo silencio y puede apreciar ese pequeño detalle. Tras varios intentos, oye el sonido final de la llave y observa como la puerta se abre.
Su padre entra, a duras penas, y cierra de un portazo. Anda de un lado para otro, tambaleándose violentamente. Levanta la mirada y la posa sobre la de su hijo. Se miran mutuamente. Lucas tiene una mirada penetrante, furiosa.
La mirada de Luís no refleja nada más que una noche demasiado larga. Su olor es bastante desagradable, y envuelve casi toda la casa. Un olor a alcohol muy intenso, demasiado intenso. Sonríe sin miedo, verdaderamente divertido, y empieza a reírse sin motivo alguno. Lucas se acerca a él y le sacude con fuerza, con los ojos desorbitados.

-¡¿Por qué, papá?! -Lucas grita con fuerza, sin miedo a ser escuchado por sus vecinos- ¡Me prometiste que no volverías a beber!
-Hola, Lucas.- Pronuncia las palabras con verdadero esfuerzo, como si en vez de hablar, estuviera vomitándolas- ¿Por qué gritas? Vas a despertar a tu hermana.
-¡Eres un...!-Lucas decide no acabar la frase y lo suelta. Camina de izquierda a derecha, con las manos en la cabeza. No sabe qué hacer. Es otra misma escena que se ha repetido durante semanas, y siente que no puede más.
-Papá, véte a la cama.- Lucas vuelve a acercarse a él, y arruga la nariz ante el olor que desprende Luís- Necesitas descansar.
-Déjame.- Luís ríe y sigue riendo, intentando deshacerse del brazo de su hijo, pero siente que le es imposible, que es demasiado fuerte y que él no se siente con demasiada vitalidad. Asiente con la cabeza y camina escaleras arriba, tropezándose en alguna que otra y volviéndose a levantar, siempre riendo.

Lucas resopla y suspira sin parar. Y por un momento siente que no vale la pena seguir hacia delante, que todo se desmorona. Que su madre ya no está. Que Adara está cayendo poco a poco en una depresión. Que su padre se ha convertido en un muerto viviente que sólo sirve para beber. Y lo peor, es que siente que él ya no tiene vida. Que sólo vive para cuidar a los que le rodean.
Lo observa caer. Pone los ojos en blanco. No se puede creer que su padre haya caído en ese espantoso y cruel mundo. Él le ha prometido que no, que no es un alcohólico, pero él sabe que está empezando a serlo, y es algo que le atormenta.
Piensa en ella. Adara. No sabe nada de lo que ocurre. De lo que lleva ocurriendo desde hace algunos meses. Empieza a meditar sobre la mejor opción. ¿Seguir en silencio o contarlo todo? Elige la primera.
Un portazo le devuelve a la cruda realidad. Un portazo que llega desde arriba. Su padre ya está en la habitación, o eso cree él.
Camina hacia el salón y se lanza sobre el gran sofá. Hunde la cabeza entre los cómodos y suaves cojines, envolviéndose con el dulce aroma del suavizante. Se incorpora de nuevo al oír el estridente sonido de su teléfono móvil, y se acerca a él para cogerlo.
Danel.

-¡Ey! ¿Qué pasa?
-¡Hola Lucas! ¿Puedo pasarme por ahí?
-¿Por mi casa?
-Muy bien, veo que aún mantienes esa inteligencia desmesurada.
-Cállate.
-Pues sí, por tu casa.
-Hum -Lucas se queda en silencio por un momento, y le da un par de vueltas, hasta contestar- Bueno, vale.
-No está Adara, ¿verdad?
-No, no ha venido todavía, aunque debería estar aquí desde hace...
-Hoy la he visto en la salida del instituto.- Le interrumpe Danel.
-¿Que has hecho qué?
-Ahora te lo cuento, ¿vale?
-¡No! ¡Espera...!

Lucas apreta los puños al oír el molesto pitido. Danel ha colgado, pero el sonido del timbre suena impacientemente y no le deja pensar si quiera. Se acerca a la puerta, con intenciones de ver a su hermana. Pero de nuevo, se equivoca.

-¡Eh! ¿Ya me echabas de menos? -Danel entra con alegría, mostrando esa sonrisa que jamás desaparece.
-No te haces una idea.- Su tono de voz suena burlesco e irónico, aunque sonríe también, dándole un abrazo- ¿Has estado ahí fuera todo el tiempo?
-Sabía que me dejarías entrar.
-¿Y si llega a estar Adara aquí?
-Pero no está, ¿No? Relájate.

Danel se quita la chaqueta y la posa sobre el sofá, sentándose. Lucas se sienta al lado y lo mira, un poco desorientado.

-Ahora enserio, Danel, ¿Qué coño hacías esperándola en la salida del instituto?
-Ha pasado mucho tiempo..
-No ha pasado tanto- le interrumpe Lucas, cruzando los brazos.
-El suficiente para hablar con ella. Necesitaba arreglar las cosas.
-¿Y las habéis arreglado?
-Bueno...- Danel frunce el ceño, dubitativo- Básicamente me ha mandado a la mierda.
-Creo que es algo lógico.
-Me lo esperaba, pero debía intentarlo. ¿Y sabes? Volveré a intentarlo.
-No, basta. No la hundas más.
-Lucas, yo quiero estar aquí sin que me fusile con la mirada cada vez que nos crucemos.
-Ya- Lucas se levanta y camina hacia la cocina, levantando el tono de voz- ¡Pues haberte pensado antes lo de la morena! Tú y yo sabemos que no vais a ser amigos nunca más, y, pensándolo bien, nunca lo habéis sido.
-¿Qué quieres decir?- Danel lo sigue, y camina junto a él- Ella y yo nos hemos llevado muy bien.
-Demasiado bien, diría yo. Sabes que siempre ha querido mucho más contigo que una simple amistad.

Danel asiente, rascándose la cabeza. Se sienta en uno de los altos taburetes de la cocina y apoya el codo en la barra americana.
Lucas abre la nevera y saca dos cervezas. Las abre y le pasa una a Danel. Se acerca a él y se sienta en el otro taburete, llevándose la botella a la boca.

-Creo que necesita un poco de tiempo todavía, no está preparada.
-Pero Lucas...
-Cállate. Le has hecho muchísimo daño. Ni siquiera te haces una idea.
-Sí, me la hago, pero...
-He dicho que te calles.- Lucas pega otro sorbo a la cerveza, y se limpia la boca con el dorso de la mano- Desde un principo supe que saldríais juntos, y no me hizo ninguna gracia. Luego supuse que, como todas las relaciones, pasaría algo malo que os afectaría a los dos. Y ahora, esta es mi situación. Ella es mi hermana, y ahora sólo me tiene a mí. Tú eres mi mejor amigo, y lógicamente también recurres a mí. No puedo ponerme de su lado. -Danel sonríe, y Lucas continúa- pero tampoco del tuyo. Lo siento.

Danel traga un largo trago de su cerveza, y por un momento cree encontrarse mal. Le mira a los ojos.

-Supongo que te entiendo, pero yo no busco eso. Lo único que quiero es que pasemos tiempo juntos, como antes. Desde que ha pasado todo esto ya no te juntas con nadie, ni conmigo ni con los demás. Dime...¿Te vienes esta noche con nosotros?

Lucas no contesta, está pensativo. No sabe qué hacer ni qué contestar.
Danel se da cuenta y sigue insistiendo:

-¡Necesitas un respiro! ¿Me lo vas a negar? Todos tenemos ganas de verte.
-Esta bien... Cuenta conmigo.
-¡Sabía que aceptarías! - Danel se abalanza sobre él, casi tirándole al suelo. Se enzarzan en una pequeña lucha llena de suaves empujones, risas que estallan. Un combate cuerpo a cuerpo, en el que no hay competidor, ganador ni enemigo. Solo pequeños tirones y ligeros e insignificantes golpes. Y, de nuevo, risas.
Y, poco después, el sonido del timbre.
Lucas se libera de los ataques de Danel y sale de la cocina riendo todavía, bajándose un poco la camiseta. Y el timbre vuelve a sonar, de forma molesta. Lucas empieza a pensar que quizá pueda ser Adara, y se inquieta. No puede ver a Danel ahí dentro.
Se acerca a la puerta y ojea por la mirilla. Buf, menos mal. La abre.

-¡Paola! -Lucas muestra una bonita sonrisa que hace que Paola enrojezca.
-Necesito hablar contigo.
-Claro, hablemos aquí.- Lucas le señala el pequeño escalón de la entrada, y se sienta. Ha utilizado la primera idea que se le ha pasado por la cabeza para que Paola no entrase y viera a Danel. Se habría montado una buena.
-¿Aquí? -Paola observa extrañada a Lucas, sentado. Aunque no le parece el mejor lugar, acepta, sentándose a su lado.
-¿Qué ocurre?
-Es Adara.
-Oh, no. ¿Qué le ha pasado?
-Al salir de clase, la he visto hablando con Danel...Luego la he visto perdiéndose con la moto y yo he venido hasta aquí a esperarla.-Paola habla con un tono de voz quebrado y triste, y sigue- Estaba sentada en la moto ahí, enfrente- señala con la mano- y la ví llegar. Pero al aparcar la moto, no entró, y la ví yéndose. Y fui detrás, y me acusó de perseguirla...
-¿Y dónde está ahora?
-No lo sé, discutimos violentamente y yo me fui, no quise quedarme con ella.
-¿Pero...?
-Lucas- Interrumpe Paola, tosiendo- He venido aquí para decirte que está mal, muy mal. Que todo le afecta demasiado y que necesita cariño, mucho cariño. Debes dárselo...Yo lo he intentado, pero a mí no hace caso, cree que me da pena, y no es así. Prométeme que se lo darás, y que la convencerás para que salga, para que se relacione. Por que ella y yo nos hemos peleado, nos hemos separado...Pero yo voy a estar esperándola siempre.

Paola apreta la mano de Lucas con fuerza, sin el valor de mirarlo a los ojos. Agacha la cabeza, presa de una impotencia increíblemente agonizante.
Lucas no sabe qué puede decirle, y se limita a darle un abrazo. La rodea con los brazos, atrayéndola hacia él. Le da un beso fugaz en el pelo, inhalando su agradable aroma, y suspira. Y se quedan así, abrazados, durante algunos minutos.
La voz de ella rompe el trance que los envuelve.

-Lucas, ¿Te importaría darme un vaso de agua? Me encuentro un poco mal.
-Sí, claro. -Lucas se levanta lentamente, entrando en su casa.
Paola le sigue, colocándose el pelo detrás de las orejas, y da un pequeño brinco cuando Lucas se gira de repente.
-Quédate aquí, no tardo nada.
-Está bien.- Paola se extraña, y observa como Lucas se encamina hacia dentro.

Ella mira a su alrededor, sin posar la mirada en un punto fijo. Se mete las manos en los bolsillos, y suspira. De repente, se acuerda de algo. Abre la puerta y camina dentro de la casa.

-¿Lucas? Se me ha olvidado decirte que... -El rostro de Paola se tiñe tanto de sorpresa como de ira. Apreta los puños, y poco a poco empieza a fruncir el ceño. Danel y Lucas discuten, a pocos metros de ella, y los interrumpe con un alto grito que rompe la tranquilidad- ¡Tú!

Danel la observa, inquieto. Siente que es la persona con más mala suerte del mundo, y se lleva las manos a la cabeza, resoplando.
Paola corre hacia ellos, chillando cosas poco claras y que apenas se entienden. Danel supone que, seguramente, sean insultos, y en un abrir y cerrar de ojos, se abalanza sobre él, dándole un puñetazo, acertando de pleno. Él cae al suelo, y se lleva las manos a la mejilla golpeada. Se retuerce y empieza a emitir sonidos indescriptibles. Paola siente que no ha sido suficiente, y se tira sobre él, gritándole:

-¡¿Qué coño haces aquí, inútil?! ¡Si has venido a buscar a tu querida morena, pierdes el tiempo!
Lucas sujeta con fuerza la cintura de Paola, y la echa para atrás. Se la lleva a la cocina, y la sienta en un taburete.
-¡Paola, ya está bien!
-¿Qué hace aquí? ¿Por eso no querías que pasara? -Paola le mira directamente a los ojos, y resopla riendose nerviosamente- Sí, claro que era por eso. ¿Cómo puedes estar haciéndole esto a tu hermana? Y yo, encima, te pido que le des cariño que la cuides.
-Yo no sabía que vendría.
-¿Te has parado a pensar que Adara estará al caer? ¿Qué pasará si llega y lo ve aquí?
-Se iba ya.
-Sí, seguro.

Lucas se levanta del taburete, tirándolo al suelo, y sale de la cocina. Se arrodilla frente a Danel, que permanece sentado masajeándose con suavidad la mejilla.

-¿Estás bien?
-De maravilla, ¿No me ves?
-Cállate, joder. Y da gracias a Dios que no te he dado una patada.- La voz chillona de Paola aparece de repente- ¡Imbécil!- Se agacha y le da una bofetada a Danel, volviendo a la lucha de antes, pero se incorpora al oírle gritar de dolor- Me voy, no quiero tener nada que ver cuando tu hermana venga.
-Paola, espera- Lucas se levanta rápidamente y la coge del brazo- No te vayas.
-Suéltame.

Ella le aparta la mano, y se dirige hacia la puerta. Abriendo desmesuradamente los ojos, cierra la puerta con sumo cuidado pero con rapidez, y se acerca a Lucas.

-¡Está ahí fuera! Lo sabía, es que lo sabía...
-¡Joder! No puede ser.
-¡¿Ah, no?! Sal y verás.- Paola se lleva las manos a la cabeza, y Lucas se apoya en la puerta, impidiéndo que Adara la abra.

Paola corre hacia Danel, y le coge con fuerza de la camiseta, obligándole a levantarse.

-¡Rápido, véte al jardín!
-¿Y eso por qué? ¿Por qué me lo dices tú?
-Mira, inútil, te dedicaría otra sesión de lucha libre, pero no hay tiempo. Adara está fuera. Lárgate.
-¿Me escondo en el jardín?
-¡Ya! Sal, salta la verja, mátate, haz lo que quieras, pero desaparece de aquí.
-No pienso saltar una verja.
-¡Claro que lo harás!- Paola, exageradamente irritada, lo sacude con fuerza.

El sonido de la llave dentro de la cerradura, y los abundantes golpes que Adara lanza sobre la puerta seguidos de gritos hacen que Paola se calle y mire hacia atrás. Y observa cómo lucha Lucas, haciendo demasiada fuerza, empujando con los brazos, intentando impedir el paso de su hermana.

-¡Lucas, déjame entrar! -Los gritos histéricos de Adara retumban tanto dentro como fuera- ¡Sé que eres tú, joder! ¡Para de hacer el tonto!

Paola mira de un lado para otro, enmedio de un ataque de pánico, y actúa como por arte de mágia. Con la máxima velocidad que su cuerpo le permite, corre hacia el salón y esconde a Danel tras las cortinas, ordenándole que se calle. Le tapa todo lo que puede y corre de nuevo hacia la puerta, mirando a Lucas. Se sitúa justo a su lado y hace fuerza también.
Adara pega un gran empujón que les pilla desprevenidos y abre un poco la puerta, que rápidamente ellos vuelven a cerrar.

-¡Joder, Paola, te he visto! ¡¿Qué coño estáis haciendo?! ¡Me he cansado de juegos estúpidos!

Paola cierra los ojos, y aunque la cabeza le dice que es un error, lo hace. Casi instintivamente atrae a Lucas hacia ella con los brazos, apartándole un poco de la puerta, y le besa.
Y Adara entra, fácilmente. Y les observa, atónita. Observa ese beso. Su mejor amiga y su hermano. Deja escapar un pequeño grito y, seguidamente, se lleva las manos a la boca.
Ese beso corto, instantáneo, insignificante, los ha unido por primera vez. Y Paola sonríe por dentro. Piensa que no ha sido el beso que esperaba que tendría con él, ni el momento ni el lugar. Aunque fugaz, ha sido intenso. Y se separa de él, agachando la cabeza.

-¿Pero qué...?
-Adara, siento no habértelo contado. No quería que te enterases así. -Paola mira a Lucas, y él la observa perdido. Enrojeciendo, mira de un lado para otro. No se esperaba algo así. No creía que el aprieto acabaría de esta forma.

Adara cierra los ojos, furiosa. Pero sacude la cabeza y deja escapar una risilla. Sin duda, es una risilla de esas que muestran de todo menos diversión y felicidad.

-¿Sabéis qué? Que me dejéis. ¡Que os perdáis! Lo que me hacía falta, otra puñalada más.- Camina a paso veloz, enfadada.

Paola suspira, a punto de echarse a llorar. Por un momento es consciente de que ha estropeado aún más su relación amistosa.
Lucas la mira, sin saber qué decir, y escuchan las últimas palabras de Adara, subiendo las escaleras:

-¡Gracias Paola! Me lo esperaba de cualquiera, menos de tí.

El fuerte sonido del caminar de Adara llega hasta el piso de abajo, seguido por el fuerte portazo.
Paola solloza, con la respiración entrecortada. Lucas se acerca a ella para intentar calmarla, pero ella se echa hacia atrás.

-Déjame,¿Quieres? Por hoy, ya ha sido bastante. -Ella abre la puerta y baja el escalón, dirigiéndose a su moto. Y mientras se coloca el casco, le grita a Lucas, con un tono indiferente- ¡Y saca a ese gilipollas del salón!

Introduce la llave, arranca y sale veloz de allí. Y, por un instante, solo se preocupa de hacer todo lo posible por sumergirse en esa tarde que, poco a poco, se convierte en el principio de una noche larga, muy larga.
Lucas la sigue con la mirada hasta que la pierde de vista, y suspira porque no sabe cuándo volverá a verla. Le hace señas a Danel para que salga, y lo observa. Observa como ríe despreocupado.

-Solo dime una cosa, Lucas...¿Besa tan bien como pelea? Por que tiene su punto...

Lucas le pega en la nuca, resoplando.

-Anda, cállate.
-¡Joder! -Danel se acaricia- Creo que te ha pegado su agresividad.
-¿Quieres otra? Creo que ya has tenido bastante por hoy.
-Esta bien, esta bien...Perdone.
-Anda, salgamos de aquí. -Lucas coge del perchero de la entrada su chaqueta de cuero y cierra la puerta con llave.

Se acercan al coche y entran, comentando mil cosas, la mayoría sin importancia.
El coche sale del garaje, a una velocidad elevada, y desaparece al doblar la esquina.
Y, aunque ellos no lo sepan, una chica desconcertada les observa desde la ventana de arriba, hasta que se pierden más allá de lo que su vista alcanza.

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